El maestro borracho

por Daniel Fresno

Estábamos en el parque, dispuestos en ronda, haciendo el tao yin de taichi chuan, cuando de pronto apareció un joven de unos 20 o 30 años muy borracho. Se ubicó en el centro de la ronda, dejó su botella en el suelo y empezó a decir cosas de borracho alegre. Estaba a una distancia segura de los alumnos y yo continué con la clase como si nada hubiera ocurrido, pero muy atento a sus movimientos. Al cabo de unos minutos siguió su camino y no regresó. Al terminar la clase, una alumna dijo:

-Qué situación rara la generada por el borracho. ¿Qué se hace en un caso así?

-Estamos en un espacio público -dije-, y siempre es posible que aparezca gente con un estado de conciencia alterado. Conviene actuar siguiendo el lema «Esperar lo mejor y estar preparado para lo peor». En un caso como este, cuando el borracho no tiene un comportamiento agresivo ni interfiere con el desarrollo de la clase, lo mejor es continuar con la actividad normalmente, pero siempre atentos a sus acciones. No conviene confrontar ni intentar echarlo. Lo habitual es que, así como llegó, se vaya al poco tiempo. El borracho seguirá su rumbo y nosotros habremos aplicado los principios del wu wei en una situación concreta.

Pero no siempre las cosas se dan así. Hace un tiempo, había un alumno practicando chan chuang con los ojos cerrados y de pronto apareció un borracho que, sin mediar palabra, se lanzó hacia él con una patada frontal. Yo me di cuenta a tiempo y fui a abrazar al agresor antes de que la patada alcanzara al alumno. Mientras lo controlaba le dije al oído: «Por favor, hermano, no le hagas daño a nadie, por favor». Sentí que su cuerpo se relajaba y lo solté. Abrió los ojos muy grandes y me dijo: «Me pediste por favor», como si no estuviera acostumbrado a que le pidan las cosas de esa manera. La clase continuó, el borracho se quedó por ahí mirando y al rato se fue.

Situaciones como estas son una excelente oportunidad para practicar la compasión y la sabidurìa. Podemos ver al borracho que acaba de aparecer como un enemigo y una amenaza. En ese caso sentiremos miedo y actuaremos con violencia o huiremos. Es una conducta muy habitual, pero que lleva al sufrimiento propio y del otro.

La otra opción es ver al borracho como una oportunidad de aprender y de poner en práctica el amor hacia todos los seres vivos. Esto no significa bajar la guardia. Al contrario, la conducta del borracho es impredecible y hay que estar atento a su comportamiento y actuar en caso de que la seguridad propia y la de los alumnos se vea en riesgo. Pero si tengo la convicción de que esa persona es alguien que está sufriendo y que se intoxica para ahogar sus penas, voy a obtener una respuesa distinta a la que obtendré si lo veo como un enemigo que amenaza mi integridad.

Comprender el sufrimiento del otro no significa aprobar su conducta ni sus hábitos auto-destructivos, pero abre las puertas a una mejor solución del conflicto. Si actuamos bajo los efectos del miedo y el odio los resultados serán para lamentar. Actuar guiados por la compasión y la sabiduría es más difícil, pero nos permitirá encontrar una solución buena para todas las partes, como ocurrió hoy o aquella vez con el borracho que tiraba patadas. Por eso, le damos las gracias a los maestros borrachos por las oportunidades de aprender que nos brindan.

Gracias por escuchar.

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