El taichi y los ciclos de la vida

por Daniel Fresno —

—El arte que practicamos no siempre se llamó taichi chuan —dije durante la clase—.  Tuvo otros nombres que quedaron en el olvido, hasta que un gran maestro llegó a Beijing, la capital del imperio, a mediados del siglo 19 y se hizo muy famoso con su arte marcial. Cuenta la leyenda que un erudito en la cultura tradicional china, al verlo realizar el movimiento manos como nubes, exclamó:  «se mueve como el taichi». Desde ese momento, esta disciplina se empezó a conocer como taichi chuan, es decir, el boxeo taichi. ¿Pero qué es ese «taichi» del que hablaba aquel erudito? Es un concepto básico del taoísmo y su representación gráfica es muy conocida: un círculo que lleva dentro dos pececitos, uno oscuro y otro claro. El claro es el yang, que tiene en su seno la semilla del otro pececito; el oscuro es el yin, que tiene en su seno la semilla del yang. El yin y el yang son opuestos, pero complementarios y, además, van mutando: yin va creciendo hasta transformase en yang, al tiempo que yang va creciendo hasta transformarse en yin. «Tai chi» significa principio supremo universal y quiere decir que esta relación entre opuestos complementarios está en la base de todos los fenómenos del Universo.

Una de las características del concepto taichi es que los opuestos conviven en un equilibrio dinámico. En Occidente, en cambio, los opuestos se suelen ver como irreconciliables, como el agua y el aceite, que no se mezclan. Los opuestos luchan entre sí hasta que uno se impone, eliminando o excluyendo al otro. Esta manera de ver los opuestos inevitablemente lleva a la violencia y el sufrimiento.

En el principio taoísta del taichi, en cambio, los opuestos se complementan, como lo hacen la pierna derecha y la pierna izquierda al caminar. Una carga todo el peso, es yang, permitiendo que la otra esté vacía, yin, para despegarse del suelo y dar el paso. Luego de dar el paso, la que era yin empieza a llenarse, a convertirse en yang y esto hace que la otra pierna, la que quedó atrás se vacíe y pueda dar otro paso. De esta manera, ambas piernas van mutando de yin a yang y de yang a yin, para hacer posible la caminata. La pierna derecha sabe que la izquierda es su opuesta, pero no busca eliminarla; ambas saben que se necesitan mutuamente para recorrer un largo camino.

Esta mutación del yin y el yang puede comprenderse con claridad si vemos los ciclos anuales. La primavera y el verano son la parte yang del año, mientras que el otoño y el invierno son la parte yin. La primavera parece una explosión de vida y el invierno parece la muerte, pero todos sabemos que el invierno no es el fin, sabemos que después llegará otra vez la primavera y el ciclo continuará. A pesar de que todos comprendemos la naturaleza cíclica de la vida, sin principio ni final, nuestra cultura nos enseña que la vida es una línea recta, con un punto de partida y un final en el que todo termina. Esta forma de entender la vida, además de ser errónea, genera mucho sufrimiento. Creemos que la primavera y el verano de la vida son las únicas estaciones que vale la pena vivir y tememos a la etapa otoñal e invernal de la vida como una amenaza de la que tratamos de huir. Se suele representar a la muerte como a una criatura que viene a buscarnos al final del camino vital para llevarnos con ella. En esta lógica donde los opuestos no se complementan, sino que luchan y se excluyen, es lógico ver a la muerte como algo externo y temible.

El taichi ayuda a entender que la muerte es una parte más del proceso vital. Gracias a que un día descubrimos que vamos a morir, empezamos a valorar la vida. Muchos adolescentes se creen inmortales y actúan como si lo fueran, provocando enorme sufrimiento a sí mismos y a los demás. Gracias a la enfermedad y al dolor, nos damos cuenta de lo maravilloso que es estar sanos y sin dolores. Comprendemos que la muerte no es ajena a nosotros, sino que está dentro nuestro. Si ponemos atención al respirar nos damos cuenta de que la espiración es una pequeña muerte y que la inspiración es un volver a nacer. El sueño es otra pequeña muerte cotidiana, y el despertar del día siguiente es un pequeño renacer. Lo mismo ocurre con la enfermedad, que no es algo externo a nosotros. Toda el tiempo estamos haciendo equilibrio entre la salud y la enfermedad.

Por eso Los Cinco Recordatorios son tan valiosos, porque nos enseñan que no podemos huir de la enfermedad, del envejecimiento, ni de la muerte. La sociedad moderna genera la ilusión de que sí podemos huir de ellos y por eso andamos por la vida corriendo. Corremos escapando de aquello que tememos y persiguiendo aquello que deseamos. Vivimos en la ilusión de que, si corremos lo suficiente, la muerte y el dolor no nos alcanzarán. Corremos detrás de falsas fuentes de la felicidad y lo único que conseguimos es vacío y sinsentido. Los Enanitos Verdes tienen una canción que habla sobre esto:

Al comprender que aquello que tememos es parte de nosotros y que aquello que perseguimos es una ilusión, dejamos de correr. Una de las cosas más valiosas del taichi chuan es que nos permite parar, detener la mente, hacer silencio y conectarnos con nosotros mismos. De esta manera podemos llegar a escuchar la voz interior que tiene las respuestas que estamos buscando y descubrir nuestro propósito en la vida. Ahí encontramos la paz, el equilibrio y la felicidad auténtica.

-Gracias por escuchar.