La máquina de la felicidad

-Mientras hacemos chan chuang ponemos la atención en la respiración -dije durante la clase de taichi chuan-. Si bien no buscamos controlar la respiración, dejamos que gradualmente se vuelva más lenta y profunda. ¿Notaron algo respecto a la duración de la inspiración y la duración de la espiración?

-La inspiración es más corta que la espiración, que es más larga -dijo Laura.

-Así es. El momento en que tomamos aire es más breve que el momento en el que soltamos el aire. Respiramos durante toda nuestra vida, pero estamos más tiempo dando que tomando. Interesante ¿no?

-El domingo pasado, a propósito del Día de la Madre, decíamos que el amor de la madre hacia el hijo es el mejor ejemplo para ilustrar qué es el amor. Entendemos el amor como la capacidad de sentir y actuar en función del bienestar y la felicidad del otro. Quien siente y practica el amor no sólo se ocupa de su propia felicidad, sino también de la del ser amado. Sin embargo, el término amor suele ser malinterpretado. A veces se le dice «hacer el amor» a lo que en realidad es una violación o un abuso. Alguien dice: «amo las margaritas», porque todas las semanas compra flores cortadas para meterlas en un jarrón. Eso no es amar las margaritas. Amar las margaritas es cultivarlas, regarlas y nutrir su tierra para que la planta florezca y exprese toda su belleza. Sería más correcto que esta persona diga «deseo las margaritas», «quiero las margaritas». Es importante distinguir la diferencia entre amar y querer o desear.

-El mundo se rige por los números y la economía. Llevamos la contabilidad de nuestra vida midiendo lo que gastamos y lo que ganamos. En esta lógica contable tratamos de ganar más de lo que gastamos o al menos, que haya un equilibrio entre las entradas y las salidas. Cuando vemos que sale más que lo que entra, sentimos que estamos «perdiendo» y eso nos hace sufrir. En cambio, «ganar» nos hace sentir felices.

-Todos los humanos buscamos la felicidad. Pero cada uno encuentra la felicidad en algo diferente. La lógica contable enseña que la felicidad se logra al adquirir algo externo que todavía no tenemos. Llego a mi casa y estoy seguro de que un flan con dulce de leche me haría feliz. Pero abro la heladera y lo único que encuentro es una banana y me siento desdichado, aunque seguramente la banana es más nutritiva que el flan. Hay gente que va de compras porque al comprar el objeto de la vidriera experimenta una agradable sensación de plenitud y felicidad. El galán se siente feliz luego de cada conquista y va por la vida acumulando ex-novias como si fueran trofeos. Pero la felicidad lograda al adquirir los flanes, los objetos de la vidriera o las novias, tiene una característica: es efímera. Cuando nos guiamos por la lógica contable, al instante de haber adquirido ese objeto exterior que deseamos, la felicidad se desvanece y vuelve a aparecer el vacío.

-Alguien dirá: es cierto, ¿pero no es así todo en la vida? ¿Existe algún tipo de felicidad que no sea tan efímera y que realmente llene? Creo que justamente el amor permite acercarse a ese tipo de felicidad. Pero para eso es necesario salir de la lógica contable y dejar de medir lo que damos y lo que recibimos. La felicidad surge al dar sin esperar recibir retribución.

-Hace casi diez años mi maestro me pidió que desgrabe sus charlas públicas y las suba a Internet. Yo acepté sin darme de cuenta de la magnitud del trabajo. Creí que iba a llevarme poco tiempo, pero no fue así. Porque no se trataba sólo de desgrabar en crudo; había que interpretar lo que mi maestro decía en argenchino, completarlo con conceptos vertidos por él en otras oportunidades y convertirlo en un texto comprensible para todos. Hacer eso me llevaba toda la tarde del sábado y ese tiempo dedicado a mi maestro era tiempo que le quitaba a mi tiempo personal, para hacer mis cosas. Incluso escuché voces que, apelando a la lógica contable, me decían: «tu maestro se está aprovechando. Vos hacés el trabajo y él se queda con todo el crédito». Pero yo seguí desgrabando y redactando todos los fines de semana porque estaba convencido que era parte de mi aprendizaje. Y efectivamente, aprendí mucho. Hoy miro hacia atrás y veo que aprendí a escribir y a transmitir conceptos de manera clara y sintética. Todas esas charlas de mi maestro dieron lugar a Bajo el árbol, un libro que recomiendo a todos ustedes. Pero además pude captar la esencia de las enseñanzas de mi maestro. Lo que todos los alumnos escuchan una sola vez, yo lo escuchaba varias veces al desgrabar y lo hacía con una concentración especial para poder darle forma y sentido al texto. Ese fue el aprendizaje más valioso.

-Desde la lógica de la relación costo-beneficio, esta tarea «no era negocio», sin embargo al terminarla yo me sentía feliz y con la sensación de haber invertido bien mi tiempo. ¿Por qué? Porque la fábrica de la felicidad está dentro de uno y se pone en marcha cuando damos sin esperar retribución. La felicidad y la sensación de plenitud no se logra adquieron objetos externos sino actuando el amor incondicional.

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Autor: Daniel Fresno