Son miles
por Daniel Fresno–
Les quiero contar un cuento:
Un tipo sube a su auto y conduce hacia la avenida principal, que es mano única. Ingresa a la avenida y empieza a circular a contramano. Avanza con mucha dificultad, esquivando a todos los demás autos, que van en el sentido correcto. Desde la radio escucha la voz del noticiero: «último momento, en la avenida principal hay un loco circulando a contramano». El tipo exclama indignado: «uno solo, no. Son miles».
Fin del cuento.
El otro día iba en bicicleta a la clase de taichi chuan. Circulaba por el lado derecho de la calzada, bien pegado a los autos estacionados. Me acercaba a una bocacalle y vi frente a mí una pareja de mediana edad parada en la calzada, al lado de los autos estacionados, justo en mi camino. Hablaban entre ellos y no parecían estar atentos a los vehículos que circulaban a pocos centímetros. Para no chocarlos debería ir hacia la izquierda, lo que sería una maniobra arriesgada, pues estaría metiéndome en el carril por donde iban los autos. Nada de esto fue necesario porque el semáforo me detuvo. Imaginé que la pareja esperaba este momento para cruzar a la otra vereda, pero no; se quedaron ahí parados. El hombre me dijo:
—Hay que ser muy valiente para circular en bicicleta por la ciudad.
—No es tan difícil; mucha gente lo hace —respondí.
—Yo no me animo.
—¿Por qué?
—Es que la calle está muy peligrosa. La gente maneja como loca; no respetan nada —dijo el señor, mientras el semáforo se ponía verde otra vez. Saludé, hice una maniobra para esquivarlos y seguí mi camino.
Me quedé pensando en la situación de esa pareja. Estaban parados en la calzada y, por lo tanto, corrían el riesgo de sufrir un accidente. Yo los vi a tiempo, pero otro ciclista o automovilista podría haberlos lastimado. Si ellos están acostumbrados a hacer eso es probable que hayan vivido muchas situaciones de riesgo, que los llevarían a creer que la calle «está muy peligrosa».
Cuando no somos conscientes de dónde estamos parados y de las consecuencias de estar parados ahí, podemos llegar a creer que son los otros los que generan las situaciones de peligro. Como el tipo del cuento, que no era consciente de que estaba circulando a contramano; para él, eran los demás los que estaban actuando de manera irresponsable.
El taichi chuan nos ayuda a fortalecer la concentración. Durante la práctica enfocamos la atención en lo que hace cada parte de nuestro cuerpo y en el espacio que ocupamos en el mundo, en cada instante. Por eso, algunos lo llaman «meditación en movimiento». Este entrenamiento de la atención es muy valioso en cualquier ámbito de la vida cotidiana. Tal vez a esa pareja le vendría bien practicar taichi chuan.
Gracias por leer.
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