La publicidad del champú

por Daniel Fresno

—El otro día estaba mirando una publicidad en la tele —dije durante la clase de taichi chuan Se veía a una mujer joven caminando por un bosque nevado y una voz en off decía: «el invierno daña tu pelo…» e inmediatamente invitaba a comprar un producto para «reparar» ese daño. Recuerdo que durante el verano el mensaje del aviso era: «el sol daña tu pelo». Para la publicidad, en todo momento nuestro cabello necesita algo más. Pareciera que quieren convencernos de que estamos incompletos, que nos falta algo.

Y hacen bien su trabajo. Cuando yo era chico mi abuela se lavaba el pelo con el mismo jabón que usaba para el cuerpo. Mi hermana empezó a usar un jabón especial para el pelo, el champú. Años más tarde apareció el acondicionador y luego, la crema de enjuague. Hoy todos esos productos son aceptados como algo natural. Y es probable que dentro de veinte años sea natural comprar también otro producto para después de la crema de enjuague, porque nuestro cabello nunca estará suficientemente suave, brillante, sedoso. Este recurso de hacernos creer que nos falta algo, que tenemos un agujero que llenar, es muy potente. Porque cuando entramos en la dinámica de la carencia, el agujero nunca se llena y siempre vamos a necesitar algo más.

¿Pero por qué es tan efectiva la publicidad? Porque explota un aspecto básico de la naturaleza humana: le damos más importancia a lo negativo, a lo que nos falta, a aquello que tememos. Al mismo tiempo, subestimamos o ignoramos lo positivo, lo que tenemos, lo que amamos.

Esta tendencia a enfocarnos en lo negativo es una fuente inagotable de sufrimiento y es una de las causas de esa epidemia que hoy afecta a millones en todo el mundo: la depresión.

Los humanos no somos omnipotentes; tenemos necesidades básicas e insoslayables. Necesitamos aire, agua, alimentos, ropa, vivienda y educación para poder conseguir un trabajo que nos permita satisfacer esas necesidades. Pero fuera de eso no necesitamos mucho más. Sin embargo, la sociedad de consumo nos dice que valemos más si tenemos más cosas y esto nos hunde en una estresante carrera por conseguir aquello que aún no tenemos. La sociedad de consumo no nos enseña a valorar y agradecer las cosas que tenemos, los vínculos que construimos, las habilidades que desarrollamos.

Al darle más importancia a lo negativo, una palabra hiriente tendrá más peso que mil palabras amorosas. El otro puede habernos dicho palabras amables en muchas oportunidades, pero seguramente no las recordamos. En cambio, una crítica o un insulto son difíciles de olvidar. Muchas parejas de muchos años se deshacen por una mala acción de uno de los integrantes y esa mala acción es capaz de tapar decenas de buenas acciones. Por eso es importante darle su justa importancia a los elogios y reconocimientos que recibimos. No se trata de volverse arrogantes y soberbios; se trata de recibir y saborear esas palabras de reconocimiento o gratitud y guardarlas en el lugar donde ponemos las cosas valiosas y queridas.

Cuando practicamos taichi chuan o chi kung ejercitamos la atención. Integramos la mente con el cuerpo y somos una perfecta unidad. Nuestra atención está enfocada en el momento presente y en cada instante del movimiento. Estamos atentos a lo que hace y lo que nos dice cada parte del cuerpo. Este entrenamiento de la atención es muy valioso y lo podemos aplicar en todo momento de nuestra vida. Al estar atentos al momento presente, a lo que estamos pensando, hablando y haciendo ahora, nuestra mente se mantiene positiva. Estamos completos.

Gracias por escuchar.