Las recetas exclusivas
por Daniel Fresno—
Un alumno me contó la situación que vivió durante una video conferencia de trabajo. Además de él, estaban sus colegas y un jefe. Se hablaba sobre cómo iba a evolucionar la pandemia y las consecuencias sociales de la vacuna. El alumno imaginaba una situación distópica en la que la vacuna sería muy cara y solo unas pocas personas podrían comprarla. Eso generaría grandes injusticias y discriminaciones. Los vacunados podrían circular y trabajar; mientras que los no vacunados serían marginados o encerrados.
—La conversación fue subiendo de tono —continuó el alumno—, y se dijeron cosas que me hicieron calentar. Me enojé mucho y usé palabras muy duras con mi jefe.
—En circunstancias como estas es normal imaginar distopías— dije—, pero tené en cuenta que las fantasías que nos dan miedo no son tan terribles cuando llega el momento de vivirlas. La mente imagina escenarios de terror, pero en general contamos con recursos suficientes para enfrentar lo que imaginamos. Ya sea un examen final, una visita al odontólogo, una primera cita, una vez que atravesamos la situación que nos provocaba miedo descubrimos que no fue tan terrible como la habíamos imaginado. Es así: si somos capaces de imaginar una situación futura que nos asusta, es porque también somos capaces de atravesarla. Las tormentas que no somos capaces de atravesar y que hunden nuestro barco, simplemente no las podemos imaginar.
Si yo en la primavera de 2019 te hubiera anunciado que a fin de año iba a estallar una pandemia provocada por un virus muy contagioso, y que todos iban a tener que quedarse en su casa y que la economía mundial iba a caer y que aumentaría el desempleo y que mucha gente moriría. ¿Qué habría imaginado tu mente? Seguramente, un panorama aterrador. Sin embargo, aquí estás. La pandemia estalló y fuiste capaz de atravesarla, adaptándote a los cambios, conservaste tu familia y tu trabajo, tenés salud, comés todos los días y estás planeando vacaciones. No está tan mal.
El miedo, combustible del odio
—Sí, pero me preocupa la capacidad de la gente para ignorar lo terrible que está pasando. Yo no viví la época del nazismo, pero sé que buena parte de los horrores cometidos fueron ignorados por la sociedad alemana cuando estaban ocurriendo. Algo parecido pasó en nuestro país durante la última dictadura. Mucha gente no quería ver lo que estaba pasando.
—Comprendo tu preocupación —dije—, pero es necesario entender cómo se generaron esas pesadillas. Si bien los procesos ocurridos en Alemania y en Argentina fueron distintos, hubo algo en común. La sociedad estaba atravesando una profunda crisis y había mucho miedo. Miedo a morir, a perder el trabajo, a perder bienes y propiedades, a perder un estilo de vida. Había grupos dedicados a sembrar el terror para que el miedo fuera intenso y generalizado. Pero ¿por qué alguien estaría interesado en sembrar el terror? Porque el miedo se transforma muy fácilmente en odio.
A nadie le gusta sentir miedo porque nos hace sentir vulnerables. Entonces, nos enojamos y buscamos culpables, porque eso nos hace sentir fuertes y proactivos. En ese clima de miedo y odio es cuando aparece algún dirigente que dice: «la culpa de todo la tienen los X. Hasta que no eliminemos a los X no tendremos paz y bienestar» y mucha gente le brinda su apoyo creyendo que así va a terminarse el miedo. Pero en realidad el miedo sigue, porque una vez desatada la matanza, se agrega el temor a que nos confundan con esa minoría que se busca eliminar.
Acciones exclusivas
Todas los genocidios empezaron con una promesa de paz y bienestar y tienen en común su caracter exclusivo. El líder asegura que la única manera de salir de la crisis es eliminando a otro, al enemigo. En la Alemania de 1933 el enemigo a aniquilar eran los judíos, los comunistas y los homosexuales; en la Argentina de 1976, «los subversivos».
El tiempo pasó y la sociedad hizo su aprendizaje, pero las crisis van a seguir ocurriendo y es importante estar atentos a las recetas exclusivas. Aún hoy en los medios se escuchan voces que dicen: «Los X son el cáncer de la Nación» o «nunca saldremos adelante mientras existan los X». Aprender del pasado no es recitar de memoria que el nazismo o la dictadura eliminaron a muchas personas. Aprender es comprender el mecanismo por el cuál millones de ciudadanos comunes fueron convencidos de que eso era necesario. También es darse cuenta cada vez que ese mecanismo se vuelve a activar.
Para que las recetas exclusivas sean aceptadas es necesario generar primero un clima de miedo y odio muy intenso. Tan intenso como para que la gente acepte medidas extremas que en circunstancias normales jamás aceptaría. Por eso es tan importante ser concientes del miedo que sentimos, ser concientes del enojo que sentimos. Cuando no somos concientes del miedo, del enojo y la indignación que agita nuestra mente corremos el riesgo de actuar bajo su control, sin medir las consecuencias de nuestros actos. Fue el enojo el que te llevó a usar palabras imprudentes con tu jefe. No dejes que el enojo tome el control de tus actos.
Acciones inclusivas
Siempre hubo y habrá crisis. Experimentar miedo, indignación y enojo es normal. Dejar que el miedo, el odio y la ignorancia crezcan hasta controlar nuestras acciones es opcional. Cuando experimentamos miedo e indignación ante una crisis está bien hacer algo al respecto, pero conviene que nuestras acciones sean inclusivas y que estén guiadas por la sabiduría, el amor y la compasión.
Es importante estar atentos. Cuando un vendedor, un comunicador, un artista, un dirigente nos mete miedo y alienta nuestra indignación, es porque intenta manipularnos.
Nuestra práctica nos enseña a estar atentos a lo que ocurre dentro de nosotros para poder registrar cuándo las semillas del miedo y el odio empiezan a crecer. Nuestra práctica nos enseña cómo dejar de alimentar esas semillas y por el contrario, empezar a cultivar y potenciar las semillas de la sabiduría, el amor y la compasión.
Gracias por escuchar.
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