Confesiones de un tipo duro
Hace cinco meses que sigo los consejos de Mike Stefano para el cuidado de las manos y estoy muy conforme. Mantengo los callos al mínimo y me pongo crema para que la piel se conserve elástica. Gracias a esto no volví a tener cortes durante el entrenamiento con kettlebells.
En 2009 Jerónimo trajo a Steve Cotter a Argentina para dar un seminario de kettlebells. Estuve ahí y al día siguiente me puse a entrenar metódicamente para llegar bien a la certificación que se haría al año siguiente.
Lógicamente, me aparecieron callos en las manos, pero yo no hacía nada para controlarlos. A mi esposa no le gustaba que tuviera las manos ásperas y me pedía que use crema. Yo sonreía y pensaba «las mujeres no entienden estas cosas; los hombres no usamos crema».
Llegué al día de la certificación con unos callos enormes. Estaba casi orgulloso de ellos y creía que cuanto más grandes eran, mejor preparado iba a estar para el desafío de las dos jornadas que duraba la certificación. Grave error. A las pocas horas de revolear kettlebells de 32 kg., tenía las manos destruídas.
Sucedía lo siguiente: la pesa se enganchaba en los callos y tiraba en dirección a las falanges, desgarrando la piel.
Mientras Cotter explicaba cómo tenía que vendarme, le pedí que me muestre sus manos y los callos casi no se notaban. Me dijo que se los lijaba para que no crecieran demasiado.
La certificación terminó y mis manos se curaron. Lo que hago ahora, siguiendo los consejos de Stefano es esto:
* Al terminar la práctica, me lavo las manos con agua y jabón
* Paso piedra pómez sobre los callos para mantenerlos pequeños y lisos
* Por último, me pongo crema de ordeñe. La crema la uso todos los días, aunque no haya entrenado con kettlebells, porque lo importante es que la piel de las palmas se mantenga elástica.
Conclusión: a veces confundimos fuerza con dureza/rigidez. Los callos fuera de control son piel muerta; expresión de dureza y rigidez. Mantenerlos en su mínima expresión e hidratar la piel evita las lesiones y por lo tanto, ayuda a sostener la práctica, que es la que nos permite desarrollar fuerza.