El laboratorio interior
por Daniel Fresno—
El jueves pasado Liliana contó que había tenido una semana especialmente difícil y que antes de empezar la clase se sentía desanimada y como si estuviera sosteniendo una carga muy pesada sobre los hombros. Pero que al terminar se sintió liviana y con más energía, como si se hubiera liberado de aquella carga.
Esto que contó Liliana lo experimentamos casi todos de una manera u otra. Al terminar la práctica nos sentimos mejor, con más vitalidad, más capacidad de concentración, más energía y mejor ánimo. Esto no es casual; se debe a que el entrenamiento hace que la sangre y la energía circulen intensamente. Pero además ocurre algo que las neurociencias estudiaron con mucho detalle en las últimas décadas. Durante la práctica el organismo libera neurotransmisores y hormonas que modifican nuestro estado de ánimo.
El cerebro y otros órganos generan dopamina, serotonina, oxitocina, adrenalina, noradrenalina, endorfinas y otras sustancias que, entre otras cosas, regulan la manera en que experimentamos la realidad. Por ejemplo, niveles bajos de serontonina están asociados con el enojo. Niveles altos de serotonina generan una sensación de paz, serenidad y bienestar. Cuando experimentamos amor y compasión es porque hay niveles altos de dopamina y oxitocina circulando por nuestro sistema. Las emociones que experimentamos se deben a una determinada química.
Es sabido que ciertos animales “huelen” el miedo. Muchas veces esa química interior que nos hace sentir de cierta manera sale a través de los poros y los animales pueden registrarla. Esa química que determina nuestras emociones también puede modificarse. La manera más habitual es desde afuera, por medio de pastillas. Si una persona sufre de depresión le recetan una droga que modifica su neuroquímica y así el síntoma desaparece. Pero lo que me interesa destacar hoy es que podemos modificar nuestra química emocional desde adentro, sin depender de drogas. ¿De qué manera? A través de la práctica. Liliana, por ejemplo, ya sabe qué puede hacer si se siente desanimada, sin vitalidad y agobiada por una carga muy pesada. Nuestra práctica favorece la activación de neurotransmisores positivos que generan en el practicante una sensación general de bienestar, vitalidad, fuerza y concentración.
Adentro y afuera
Solemos creer que nuestra felicidad o sufrimiento están determinados por eventos del mundo exterior que tienen un impacto sobre nosotros. Es común experimentar alegría por el comentario de alguien, enojo por la conducta de otra persona, ansiedad por una noticia recibida. Todo esto es muy lógico. Las cosas que pasan en el mundo exterior tienen un efecto sobre nosotros.
Pero la manera en que experimentamos lo que ocurre en el mundo depende de nuestra configuración mental. El mismo estímulo externo es experimentado de diferente manera por diferentes personas. Mi perra es muy mansa con los seres humanos. Antes de la cuarentena solíamos recibir la visita de una tía que durante su infancia sufrió una experiencia traumática con perros. Al llegar a casa todos salíamos a recibirla, incluso mi perra. Pero al verla acercarse, la tía se asustaba y pedía que la apartemos. La presencia de mi perra, dentro de mí genera emociones cálidas. Dentro de la tía, en cambio, genera miedo y deseo de huir. ¿A qué se debe esa diferencia?
En mi caso, yo tuve experiencias agradables y desagradables con los perros. Pero las experiencias desagradables no llegaron a marcar negativamente mi idea acerca de los perros. Ese conjunto de ideas y creencias positivas hace que cuando vea un perro experimente indiferencia o emociones positivas. La tía, en cambio, por la naturaleza de sus experiencias, desarrolló ideas y creencias negativas sobre los perros. Por eso, cuando ve uno, siente emociones negativas.
Ciertas ideas, pensamientos y creencias generan ciertas emociones. Y esto abre las puertas a otra manera de modificar nuestra configuración mental. Por eso siempre decimos que es fundamental entrenar y fortalecer la atención hasta convertirla en concentración. Porque esa atención nos permitirá descubrir cuáles son nuestras ideas, creencias y pensamientos más íntimos y arraigados, los que dan lugar a nuestras emociones. Es muy valioso como ejercicio estar atentos y registrar qué pensamientos están ocupando mi mente ahora mismo. De la misma manera podemos observar con atención qué emoción nos provoca cada estímulo interno o externo.
Este entrenamiento de auto-conocimiento sobre pensamiento y emociones nos permitirá lograr algo muy valioso: que la mente trabaje a nuestro servicio y no en contra.
Ahora vamos a dejar de hablar y vamos a ingresar a nuestro laboratorio interno para fabricar serotonina y de paso, reducir los niveles de cortisol. Es decir, vamos a generar la química interna necesaria para aliviar el estrés y alcanzar cierta paz interior ¿Cómo conseguiremos eso? Practicando chan chuang.
Gracias por escuchar