El manual de usuario

La felicidad no es un destino; es una elección conciente. La muerte, la enfermedad, el envejecimiento y la pérdida de lo que amamos son procesos que vamos a atravesar aunque no hagamos nada. La felicidad, en cambio, no es inexorable; si la deseamos, tenemos que generarla.

por Daniel Fresno

Todas las clases repetimos los Cinco Recordatorios, que son estos:

1.-Por mi naturaleza, estoy destinado a envejecer. No puedo huir del envejecimiento.
2.-Por mi naturaleza, estoy destinado a enfermarme. No puedo huir de la enfermedad.
3.-Por mi naturaleza, estoy destinado a morir. No puedo huir de la muerte.
4.-Todas las cosas que amo, todos los seres que amo tienen la naturaleza del cambio y son impermanentes. Tarde o temprano habré de separarme de ellos y nada puedo hacer para evitarlo.
5.-Mi única pertenencia son mis acciones. No puedo huir de las consecuencias de mis acciones. Ellas son el piso sobre el que estoy parado.

Alguna vez una alumna preguntó: «¿Por qué repetimos esto de que no podemos huir de la muerte, la enfermedad y el envejecimiento? ¿Por qué tanta mala onda? ¿Por qué mejor no decimos que estamos destinados a vivir felices?»

Porque la felicidad no es un destino; es una elección conciente. La muerte es nuestro destino. Hagamos lo que hagamos, vamos a morirnos igual. La muerte es democrática; hay una para cada uno. La muerte, junto con la enfermedad, el envejecimiento y la pérdida de lo que amamos son procesos que vamos a atravesar aunque no hagamos nada. La felicidad, en cambio, no es inexorable; si la deseamos, tenemos que generarla.

Mi maestro suele comparar la vida con un automóvil. Si nunca vimos un auto y queremos aprender a usarlo bien, conviene leer el manual de usuario. Ahí encontraremos información muy útil que nos permitirá disfrutar del auto de la mejor manera.

Nuestros padres nos dan la vida, pero no siempre nos entregan el manual de usuario. Entonces, nos encontramos manejando una maquinaria muy compleja, nuestra vida, sin saber muy bien cómo funciona. Uno de los temores más profundos que tenemos los humanos es el miedo a la muerte. Tan angustiante es la idea, que la enterramos en algún sitio bien profundo de la mente para que no moleste. Eso nos permite seguir con nuestra rutina, actuando y sintiendo como si fuéramos inmortales, lo que genera una existencia chata, triste y vacía. Cuando tomamos conciencia plena de que podemos morir en cualquier momento es cuando se nos revela el enorme valor de la vida, somos felices de vivirla y sentimos una profunda gratitud.

Alguna vez les conté de cuando me lesioné ambas rodillas. Todas las cosas que hacía habitualmente y que no valoraba especialmente, como ponerme de pie, caminar, andar en bicicleta, me costaban mucho esfuerzo y dolor. En ese momento me di cuenta de lo maravillosa que era mi vida cuando mis rodillas estaban sanas. La lesión fue como un cachetazo y un llamado de atención: «¿Ves Daniel? Cuando tus rodillas estaban sanas vos no valorabas lo que ellas hacían por vos y creíste que siempre iban a estar a tu servicio. Y tal vez por eso no las cuidaste lo suficiente». Con el tiempo y la práctica, mis rodillas se curaron y desde entonces, cada vez que subo y bajo las escaleras les digo: «Gracias rodillas por el trabajo que hacen todos los días para mí» y experimento una enorme felicidad.

Los primeros cuatro recordatorios me dicen que es inevitable envejecer, enfermar, morir y perder todo lo que amo. Todas estas cosas tratamos de ignorarlas en nuestra vida cotidiana y eso no hace más que generar sufrimiento. Si por el contrario, tomamos plena conciencia de que es inevitable perder la salud, la juventud, las cosas queridas y la vida, nuestra existencia adquiere un especial valor.

Después de decirme que voy a perder todo, el quinto recordatorio me dice que sólo soy dueño de mis acciones, que mis acciones tienen consecuencias y que no puedo huir de ellas. Este recordatorio nos llena de esperanzas. Sé que no puedo huir de la enfermedad, y eso me ayuda a aceptarla cuando llega. Pero también sé que puedo realizar acciones para fortalecer y preservar mi salud hasta el último día. Sé que no puedo huir del envejecimiento y eso me ayuda a aceptarlo cuando llega. Pero también sé que puedo realizar acciones para transformar la experiencia que brindan los años en sabiduría. Sé que no puedo huir de la muerte y eso me ayuda a aceptarla cuando llegue. Pero también sé que puedo realizar acciones que le den un profundo sentido a mi vida y que ejerzan una influencia positiva sobre el mundo que me rodea.

Cada uno usa el auto de manera diferente. Algunos van todos los días al trabajo, otros lo sacan sólo los fines de semana, unos van despacio, otros van a mil. Sin embargo, todos los autos necesitan refrigerante en el radiador, aceite en el motor y cambio de cubiertas cada cinco años. El auto es capaz de hacer cosas fabulosas, pero para eso conviene seguir las normas detalladas en el manual de uso. Si yo las ignoro, mi auto no me va a llevar muy lejos y voy a tener muchos dolores de cabeza. Con la vida pasa lo mismo. Cada uno vive una vida diferente, pero si conozco el manual de uso, voy a poder aprovecharla al máximo. Los Cinco Recordatorios son parte del manual de usuario de la vida.

Gracias por escuchar.

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