La energía del Padre

por Daniel Fresno

Los humanos tenemos dos hogares. Uno grande, que es el planeta Tierra y uno más pequeño, que es nuestro cuerpo. No podemos vivir fuera de esos dos hogares. Sin la protección que nos da la Madre Tierra moriríamos por las bajas temperaturas que hay en el espacio exterior. Sin su aire, agua y alimento tampoco duraríamos mucho.

El hogar pequeño, el cuerpo que habitamos, es el organismo más sofisticado generado por la evolución de la vida en la Tierra. Nos permite cosas maravillosas como sentir, pensar, imaginar, recordar, actuar y ser concientes. Las experiencias más sublimes y las más dolorosas serían imposibles sin este cuerpo.

No siempre somos concientes del enorme valor de estos dos hogares. En nuestra cultura predomina una visión utilitaria de la Naturaleza. Nos creemos los amos del mundo y lo vemos como una cosa que está ahí para extraer recursos, alimentos y ganancias. Este modelo extractivista no nos permite escuchar los mensajes de la Naturaleza. ¿Y qué pasa cuando no escuchamos al organismo que habitamos ? Pues se muere o se rebela. La pandemia de covid-19 es uno de los tantos actos de protesta de la Naturaleza.

Con el cuerpo tenemos también una conducta extractivista. Lo vemos como una cosa que está ahí para sacar provecho. Lo usamos para satisfacer placeres sensoriales, para trasladarnos de un lugar a otro y para conseguir algún beneficio. Lo explotamos y no sabemos escuchar sus mensajes. Por eso a veces el cuerpo se queja y enfermamos. Entonces, tomamos drogas para silenciar la protesta por un rato.

Hace poco un alumno me decía que cuando era joven creía que su cuerpo iba a estar siempre a su servicio y ahora, con pesar, lamentaba no haberlo cuidado adecuadamente. Si estamos en esta pequeña comunidad y nos reunimos a practicar los jueves y domingos es porque queremos construir un vínculo diferente con nuestro cuerpo. Queremos aprender a escucharlo, nutrirlo y cuidarlo.

Estamos agradecidos de tener un cuerpo y se le debemos en parte a nuestro padre biológico. Aunque ya no esté físicamente con nosotros, aunque nunca lo hayamos conocido, una parte de él vive dentro de nosotros, en cada célula de nuestro cuerpo. Sin su aporte, no estaríamos aquí intentando desplegar todo nuestro potencial.

Por eso este domingo vamos a recitar el mantra pensando en nuestro padre biológico y también en aquellos que cumplieron el rol de padre en nuestra vida. Esa energía de padre pudo haberla encarnado el que nos engendró u otra persona. Damos las gracias a quienes nos enseñaron a salir de la comodidad del nido para perseguir nuestros sueños. A quienes nos enseñaron a respetar la ley. A quienes nos enseñaron a hacer lo correcto aunque fuera difícil. A quienes nos enseñaron a confiar en nuestras fuerzas.

Gracias por escuchar.