¿Para qué sirve el arte marcial?

por Daniel Fresno

—¿Por qué practicar un arte marcial? —pregunté durante la clase de bagua zhang—. El arte marcial, ante todo, nos brinda herramientas para proteger la vida, para defendernos cuando la integridad del cuerpo está amenazada por la violencia física. El arte marcial además fortalece la salud. De esta manera también ayuda a defender la vida, al hacernos más resistentes a la enfermedad.

¿El arte marcial es también un camino de cultivo espiritual? Depende del maestro. En nuestra escuela creemos que sí. Sin el cultivo espiritual el arte marcial fácilmente se transforma en causa de sufrimiento para el practicante y para quienes le rodean. Pero somos concientes de que hay muchos caminos alternativos de auto-conocimiento. Uno puede cultivar el espíritu también practicando la medicina, o el piano o la docencia. Hay infinitas puertas que conducen al despertar; el arte marcial es una de tantas.

Lo específico que aporta el arte marcial es la destreza para defendernos ante un ataque físico. Y es importante combinarlo con la práctica espiritual, que nos enseña a prevenir y evitar situaciones de violencia física.

El cuerpo es nuestro vehículo en el camino de la vida. ¿Por qué es importante cuidarlo? Porque cuando el vehículo se rompe, nos morimos. Por eso, para prolongar su vida útil, aprendemos a cuidarlo con prácticas saludables y a defenderlo con el arte marcial, cuando es atacado. Pero una cosa es el cuerpo y otra cosa es la mente y las emociones. Si alguien ataca nuestro cuerpo tenemos el deber de defendernos. Pero si alguien ataca nuestras ideas no es necesario defendernos. Si alguien nos ataca con palabras, son solo palabras. Sin embargo, buena parte de las peleas y hechos de violencia física comienzan a partir de palabras que alguien dijo. Los invito a reflexionar sobre esto. La otra persona puede decir algo que no me gusta, que va en contra de las ideas que tengo sobre lo que está bien y lo que está mal, pero son solo palabras. No necesito defenderme de las palabras ajenas, no son tan importantes. No necesito empezar una confrontación física porque el otro lanza insultos. Esos insultos hablan más sobre él que sobre mi.

Es fundamental comprender que alguien feliz y satisfecho con su vida no anda por ahí provocando a los demás. La otra persona tal vez tenga una vida miserable o tal vez tuvo un mal día y está sufriendo, y por eso dice palabras ofensivas. Ese es su karma. No tengo por qué engancharme con el karma ajeno iniciando una pelea.

Cuando estamos muy centrados en el ego, todo nos ofende y todo nos parece una amenaza. Es entonces cuando los conflictos pasan del plano de las palabras al plano físico. Por eso es tan valioso integrar la práctica espiritual con la práctica marcial. El cultivo espiritual nos permite ser concientes de las trampas que tiende el ego y así, aprendemos a controlarlo. Por eso se dice que el principal enemigo que debe enfrentar el artista marcial está dentro de uno.

—Vos decís que las palabras no son tan importantes, pero en otras charlas te escuché decir que debemos estar atentos a cómo hablamos, porque las palabras son muy poderosas —dijo un alumno.

—Es cierto. Las palabras encierran gran poder porque pueden brindar alivio e inspiración o provocar gran sufrimiento. Esto es así para la inmensa mayoría de la gente. Pero si uno busca avanzar en el camino espiritual, si uno quiere liberarse de las conductas automáticas y compulsivas y alcanzar niveles de conciencia más elevados, debe aprender a escuchar de manera ecuánime. El cultivo espiritual nos enseña a escuchar con plena atención y de manera compasiva, pero sin dejarnos enredar por las palabras del otro. Ya sean palabras dulces que despiertan emociones de apego, o palabras hirientes que despiertan emociones de aversión. El gran desafío es ser fuertes y flexibles por dentro para controlar al ego y que las palabras ajenas no nos hieran, y a la vez ser fuertes y flexibles por fuera para defender el cuerpo de la violencia física y la enfermedad.

Gracias por escuchar.


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