Ser como el colibrí

por Daniel Fresno

María Emilia viene a las clases de taichi chuan. El domingo pasado contó que su hermano vive en San Martin, una de las islas castigadas por el huracán Irma durante su paso por el Caribe. El hermano de María es arquitecto y vive allí desde hace varios años con su familia. Afortunadamente, su casa es sólida y resistió los vientos, pero el 95% de la isla está en ruinas. Casi toda la infraestructura de servicios, incluyendo hospitales y escuelas fue destruida.

Entonces, al recitar el mantra, enfocamos nuestra mente en Pablo, el hermano de María, para enviarle toda nuestra energía positiva para que tenga fuerzas para enfrentar la difícil situación que está pasando junto con su familia. El orar por el bienestar de otros o el enviar energía positiva es algo que funciona. Y funciona con más potencia cuando participan más personas.

Todos tenemos un sentido capaz de registrar la energía del pensamiento, pero lo tenemos adormecido por cuestiones culturales y falta de entrenamiento. Sin embargo, en un nivel profundo nuestro inconciente percibe esa energía.  ¿Cuántas veces nos encontramos en un ambiente en el que el aire «se corta con un cuchillo»? No sabemos bien qué está pasando, pero sentimos que hay un clima tenso. Esa sensación imprecisa es el registro de la energía que emiten los demás.

¿Habría mejores maneras de ayudar al hermano de María? Sin duda, pero nosotros estamos a más de 7 mil kilómetros de él y es lo mejor que podíamos hacer ese domingo por la mañana. El saber que otras personas, a pesar de la distancia, están pensando en uno es algo que da mucha fuerza. Hay una historia al respecto: un alpinista se había perdido en una montaña nevada y pasaron muchos días hasta que fue rescatado. Los que fueron a buscarlo habían perdido toda esperanza de encontrarlo con vida por las bajas temperaturas y por el tiempo transcurrido. Por eso, al encontrarlo le preguntaron cómo había hecho para sobrevivir y el tipo contestó: «pensaba que me estaban buscando».

Enviarle energía positiva a otros es una expresión de amor. El enfocar la mente para enviar energía positiva es un buen hábito que convienen cultivar todos los días, no sólo cuando ocurren catástrofes. Por ejemplo, todas las noches antes de dormir es bueno sonreír a nuestros órganos, agradecerles el trabajo cotidiano que hacen por nosotros y enviarles energía amorosa. Luego, hacemos lo mismo por nuestros familiares más cercanos y así, vamos haciendo crecer un campo de energía positiva alrededor nuestro.

¿Para qué sirve hacer todo esto? En principio, sirve para vivir mejor. Las personas que hacen cosas, pequeñas o grandes, por los demás son más felices que los que únicamente piensan en su propio beneficio. Sirve también para mejorar el mundo, el pequeño mundo que nos rodea y la sociedad en general. El tener una mente positiva y amorosa mejora la convivencia dentro de la familia y en el medio social en el que nos movemos. El tener una mente positiva y amorosa no significa ser ingenuo e ignorar la maldad, el odio y el miedo que envenenan a la sociedad. Pero hay que entender que el odio no se neutraliza con más odio. La única manera de transformar el odio y el miedo es a través de la acción paciente y amorosa.

Alguien podrá preguntar: «¿y creen que así van a cambiar el mundo?». Todo depende de cuánta gente lo ponga en práctica. La Fábula del colibrí de Herbert de Souza habla sobre esto: el bosque estaba en llamas y mientras todos los animales huían para salvar su vida, un colibrí iba hasta el río, tomaba agua con su pico y luego la tiraba sobre las llamas. Al ver esto, el lobo se detuvo y le preguntó: «¿acaso crees que haciendo eso vas a apagar el incendio?» El colibrí respondió: «yo sé que no puedo solo. Pero hago mi parte».

Gracias por escuchar.

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