Wu: Detener la violencia

Lo contrario de la violencia es la inclusión. Es tomar conciencia de que mi existencia está unida a la existencia de los demás y que ninguna solución a los problemas que nos aquejan puede pasar por la exclusión del otro.

por Daniel Fresno

—El mundo está ardiendo en el fuego de la violencia —dije durante el encuentro del domingo—. La violencia es un fenómeno humano caracterizado por el deseo de humillar, lesionar o eliminar a otro. La violencia empieza como pensamiento violento, luego se transforma en lenguaje violento y por último se manifiesta como acción violenta.

Vivimos dentro de una cultura violenta y como estamos sumergidos en ella, no la registramos. Cuando ocurre un salto cualitativo en los niveles de violencia nuestros sentidos la registran y luego se acostumbran a ella, volviéndose invisible otra vez. En los años ´70 la película “Harry el sucio” y la serie “Starsky y Hutch” subieron otro peldaño en la violencia de las pantallas. Pero si hoy las miráramos nos parecerían inocentes. El cine y la televisión muestran la violencia como algo estéticamente atractivo, como una catarsis liberadora y, en algunos casos, como algo moralmente justificado.

El odio y la ignorancia son los principales combustibles de la violencia. Para odiar es necesario sentir que la existencia de uno es independiente de la existencia del otro. El que odia se siente desconectado y cree que su felicidad y bienestar solo serán posibles si se excluye o se elimina al otro. La ignorancia le hace creer que la exclusión o eliminación del otro no lo afectará negativamente.

Pero no es así. La violencia se parece al fuego. Es contagiosa e impredecible. Una inocente colilla de cigarrillo encendida puede convertirse en un incendio forestal devastador en pocos minutos. La dibujante iraní Mahnaz Yazdani lo resumió en una viñeta.

Mahnaz Yazdani

El policía de Minneapolis que detuvo y asfixió a George Floyd, al hacerlo seguramente se sintió como Clint Eastwood en «Harry el Sucio». El cine no muestra las consecuencias reales de la violencia; el héroe derrota al malo y se queda con la chica. Pero en la vida real, la conducta del policía de Minneapolis desató un incendio social que aún no se sabe cómo va a terminar. Ahora está preso, su esposa le pidió el divorcio y debe enfrentar varias causas judiciales. En la vida real la violencia es así: devora a todos, tanto a la víctima como al victimario.

El violento es el otro

Nos resulta fácil ver la violencia en las palabras y las acciones del otro. Pero nos resulta muy difícil ver la violencia en nosotros, en nuestras ideas, palabras y acciones. «¿Yo violento? No, yo soy solo una víctima de la violencia. Yo estoy en contra de la violencia. Es más, creo que a los violentos habría que matarlos a todos», piensa el que vibra en la frecuencia de la violencia. Es necesario salir de esa vibración.

La vibración es una oscilación que se da alrededor de un centro. La persona que vibrar en la violencia está todo el tiempo oscilando entre el ejercer la violencia y padecerla. A veces es víctima y otras veces es victimario, pero está atrapada en esa alternancia.

—Alguna gente ve violencia donde no la hay —dijo Osvaldo—. Yo soy músico y escucho a mucha gente decir que el heavy metal es violento. Creo que en la música hay fuerza, energía intensa, pero eso no es violencia. Incluso ven a las artes marciales como algo violento. ¿Vos qué opinás?

—Hay que distinguir violencia de agresividad. La agresividad es un impulso natural presente en humanos y animales. El sistema inmunológico responde de manera agresiva cuando detecta un agente patógeno. Es agresiva la fuerza vital que nos impulsa a salir del abatimiento y luchar por nuestros objetivos a pesar de las adversidades. Para defendernos de un ataque físico necesitamos apelar a la agresividad. En la música también hay agresividad y pasión. En el metal hay agresividad y también en el Verano de las Cuatro Estaciones de Vivaldi y en eso radica parte de su belleza.

En el caso de las artes marciales, todo depende de la escuela y del maestro. En chino, arte marcial se dice wu shu. Shu significa «arte». Wu significa «detener la violencia y el caos». Nosotros entendemos el arte marcial como un método para proteger la vida y detener la violencia. Enseñamos a registrar la violencia antes de que se desate para no caer en sus trampas. Enseñamos también a lidiar con la violencia una vez que se desató, es decir cuando se vuelve física. En ese terreno, el de la lucha física, es donde se aplica la agresividad. Una buena escuela de artes marciales enseña a los alumnos a ponerse en contacto con su energía agresiva y a usarla de manera efectiva para defender la vida y detener la violencia. ¿Se puede luchar con agresividad pero sin violencia? Sí, de eso se trata y para eso entrenamos.

—Muchas veces uno expresa su opinión en las redes sociales y es interpretada como violencia —dijo Osvaldo.

—En las redes sociales hay que ser especialmente cuidadosos. La tendencia natural de la gente al leer un email o un comentario es a interpretarlo de la peor manera posible. Por eso, si no queremos agregar más violencia a la ya existente, conviene ser riguroso en la elección de las palabras, leer bien antes de enviar y ser claro en el mensaje que se quiere transmitir, Entre amigos y conocidos, la ironía y el sarcasmo pueden ser divertidos, pero en las redes donde la mayoría son desconocidos, suelen tener un efecto indeseado.

En las redes muchos se comportan de una manera extraña, usando un nivel de violencia que jamás se permitirían si estuvieran frente a frente con su interlocutor. Esa conducta no hace más que potenciar la cultura de la violencia. Por eso sugiero dialogar en las redes con el mismo tono que uno tendría en una conversación cara a cara.

La tarea de desactivar la bomba de la violencia es compleja y llevará tiempo. En una primera etapa es necesario tomar conciencia de ella, porque como dijimos antes, estamos tan sumergidos en ella que no la registramos. Esa toma de conciencia será posible gracias a la atención. Por eso nuestra práctica es tan valiosa; porque fortalece la atención. El gran desafío de esa toma de conciencia es echar luz sobre las semillas de violencia que llevamos dentro. Ver la violencia en los demás y señalar con el dedo es fácil, pero no genera cambios duraderos. La gran transformación empieza por descubrir y comprender cómo funciona el pensamiento violento dentro de nuestra mente.

Luego de haber identificado la semilla de la violencia, la siguiente tarea será identificar qué cosas la alimentan y la hacen crecer. El siguiente paso será dejar de alimentar la violencia. Por último, nos ocuparemos de alimentar la semilla de la no-violencia que, como dijimos antes, no significa anular la agresividad.

Lo contrario de la violencia es la inclusión. Es tomar conciencia de que mi existencia está unida a la existencia de los otros y que ninguna solución a los problemas que nos aquejan puede pasar por la exclusión del otro. Esto último implica también un desafío, porque es fácil ser inclusivo con los que quiero, pero no es fácil incluir a los que considero que están en la vereda de enfrente. No será una tarea fácil, pero es una tarea necesaria.

De poco sirve denunciar la violencia si nosotros no logramos liberarnos de ella. Los invito a enfocar la atención en los propios pensamientos, palabras y acciones. Ahora mismo tenemos que elegir si vamos a aportar a propagar la violencia o vamos a detener su avance. Preguntémonos en todo momento ¿esto que estoy pensando encierra el deseo de humillar, lesionar o eliminar a otros? ¿Esto que voy a decir o a escribir va a promover la violencia o va a desactivarla? ¿Esto que estoy por hacer es violento o va a generar violencia? Aunque querramos serlo, es imposible ser neutrales en el tema de la violencia. Cualquier cosa que hagamos tendrá un impacto y podrá ayudar a aumentarla o a desalentarla.

Gracias por escuchar.

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