¿Y ahora qué?

por Daniel Fresno

—Hoy volvemos a encontrarnos para practicar en el parque —dije durante la clase de taichi chuan—, después de seis largos y aleccionadores meses de cuarentena. Agradezco a todos por haber venido en este día tan poco amigable. Podrían haberse quedado en casa, pero eligieron venir y valoro eso.

Este domingo podemos practicar porque el parque está abierto, pero no sabemos si vamos a poder seguir haciéndolo. Tal vez la pandemia empeore y las autoridades dispongan el cese de las actividades al aire libre. No lo sabemos; no sabemos casi nada. Una de las lecciones de la covid-19 es la impermanencia. Gente muy valorada se muere todos los días. Lo que creíamos saber ayer, hoy resulta equivocado. Lo que dábamos por seguro se derrumba en un instante.

Una aventura de descubrimiento permanente

Durante la práctica siempre decimos que es necesario enfocar la atención en la respiración y en los detalles del movimiento aún cuando creamos conocer nuestra respiración; aún cuando creamos conocer ese movimiento. Porque lo cierto es que no conocemos nuestra respiración. A pesar de que estamos respirando desde el día en que nacimos, cada respiración es nueva y diferente. Creamos la noción mental de que siempre respiramos igual, pero no es cierto. Esto es algo que comprenden de manera dolorosa las personas que padecen covid-19 y llegan a la etapa en que la respiración se vuelve dificultosa.

Algo parecido ocurre con la forma de taichi chuan. Si somos alumnos avanzados y ya nos mostraron todos los movimientos, creemos conocerla, pero eso es solo una ilusión. No la conocemos porque la forma de taichi chuan está viva y cada vez que la ejecutemos con concentración será diferente y hallaremos detalles que antes no habíamos visto. De esta manera, cada momento de práctica se convierte en una aventura de descubrimiento. Si no practicamos con concentración nos perderemos la aventura y creeremos erróneamente que estamos haciendo la misma y conocida forma de siempre.

Cuando vivimos sin concentración la vida parece transcurrir de la misma y conocida manera todos los días. Hasta que de pronto aparece una pandemia que nos despierta de un cachetazo. Todo lo previsible deja de serlo y no sabemos qué va a pasar con nuestra salud, con nuestro trabajo, con nuestros seres queridos, con eso que llamamos «una vida normal». Entra en escena la incertidumbre y el miedo a lo que vendrá.

¿Por qué sufrimos tanto la incertidumbre? Porque saber lo que va a pasar nos hace sentir que tenemos algún control sobre nuestra vida. Es muy interesante cómo funciona esta necesidad de certezas. Buscamos pronósticos sobre el futuro porque tener un pronóstico nos da seguridad. Pero no nos interesa mucho si el pronóstico es acertado. Muchas personas leen el horóscopo o compran libros de anticipos astrológicos, pero casi nadie se ocupa de revisar si los pronósticos se cumplen. En los medios muchos comunicadores, con la intención de manipular a la opinión pública, realizan pronósticos que luego resultan errados, pero igual siguen teniendo una importante audiencia. Lo que nos hace sentir seguros es tener el pronóstico; no nos importa mucho si es falso o si se cumple..

Algo firme donde apoyarse

En estos tiempos de incertidumbre, donde todo lo que creíamos firme se desvanece y no tenemos idea de qué va a pasar mañana es importante comprender que hay ciertas cosas que siguen siendo sólidas, firmes, predecibles y que nos permiten elaborar estrategias a futuro. Por ejemplo, Los Cinco Recordatorios.

-Por mi naturaleza estoy destinado a envejecer. No puedo huir del envejecimiento.
Tenemos la certeza absoluta de que el tiempo corre en un solo sentido y que mañana vamos a ser un día más viejos que hoy. Sabiendo esto podemos tomar ahora las medidas necesarias para llegar de la mejor manera a la vejez.

-Por mi naturaleza estoy destinado a enfermarme. No puedo huir de la enfermedad.
Tenemos la certeza absoluta de que nuestra salud no está garantizada y que podemos perderla en cualquier momento. Sabiendo esto podemos tomar ahora las medidas necesarias para fortalecer sus puntos más débiles y preservarla a través de medidas preventivas.

-Por mi naturaleza estoy destinado a morir. No puedo huir de la muerte.
Tenemos la certeza absoluta de que, así como llegamos al mundo, un día nos iremos. Contamos con un recurso no renovable muy valioso y que no sabemos cuánto nos va a durar: el tiempo. Sabiendo esto podemos tomar ahora las medidas necesarias para aprovecharlo y usarlo sabiamente.

-Todas las cosas que amo, todos los seres que amo tienen la naturaleza del cambio y son impermanentes. Tarde o temprano habré de separarme de ellos y nada puedo hacer para evitarlo.
Tenemos la certeza absoluta de que todo está en constante transformación y que nada es para siempre. Así como llegamos al mundo sin nada, antes de irnos habremos de devolver todo lo que tomamos durante nuestra breve estadía aquí. Sabiendo esto podemos disfrutar de las cosas mundanas sin aferrarnos a ellas como si fueran lo único valioso en la vida.
Tenemos la certeza absoluta de que las cosas que anhelamos porque nos dan felicidad van a cambiar y un día se terminarán. Sabiendo esto podemos tomar ahora las medidas necesarias para valorar, agradecer, celebrar y nutrir aquellos vínculos que nos hacen felices.
Tenemos la certeza absoluta de que las cosas que tratamos de evitar porque nos hacen sufrir -incluída esta pandemia- también van a cambiar y un día se terminarán Sabiendo esto podemos tomar ahora las medidas necesarias para aprovechar y aprender de cada experiencia indeseada.

-Mi única pertenencia son mis acciones. No puedo huir de las consecuencias de mis acciones. Ellas son el piso sobre el cual estoy parado.
Tenemos la certeza absoluta de que todo lo que hagamos tendrá un impacto sobre nosotros y los demás. Tenemos la certeza absoluta de que el presente que estamos viviendo es resultado de nuestras acciones del pasado.
Sabiendo esto podemos prever ahora qué tipo de futuro estamos construyendo.
Sabiendo esto podemos tomar ahora las medidas necesarias que conduzcan a un futuro diferente.

Gracias por escuchar