Los monjes, la mujer y el río

los dos monjes

Z llegó tarde a la clase de taichi chuan.

-Perdón -dijo, mientras dejaba sus cosas junto al árbol-. Perdí el colectivo y el siguiente tardó mucho en llegar. Voy a tener que salir de casa más temprano.
La clase continuó y al poco tiempo advertí que estaba hiperventilando.

-¿Por qué está respirando así? -quise saber-. ¿Se siente mal?

-Sí. Es que no me gusta llegar tarde a mis compromisos.

Le enseñé cómo hacer para normalizar su respiración. Cuando pasó la agitación, dije:

-Yo aprecio que los alumnos sean puntuales. Usted llegó tarde, pero lo importante es que se dio cuenta de que la próxima vez será mejor salir de casa más temprano. Es decir, pudo aprender de la experiencia vivida. Ya está, ¿de qué le sirve angustiarse ahora? Tiene su mente fijada en un episodio del pasado y eso le impide poner atención en lo que hay que hacer ahora. ¿Conoce el cuento de los dos monjes, la mujer y el río?

-No.

-Dos monjes iban caminando por el bosque rumbo al río, con el propósito de cruzar al otro lado. Al llegar a la orilla vieron a una hermosa mujer que no se animaba a cruzar. Uno de ellos le preguntó qué le pasaba y ella respondió que quería cruzar, pero temía ser arrastrada por la corriente. El monje sintió compasión y le ofreció ayuda: «Puedo cargarte en mi espalda hasta la otra orilla». La mujer aceptó y, luego de cruzar, se despidió dando gracias al monje, que siguió camino con su colega. A los pocos metros, el otro monje dijo: «Tu conducta fue incorrecta. Hicimos votos de castidad y no deberíamos tener contacto con mujeres. Esa muchacha, con sus bellas formas es una tentación que debías evitar. Podrían expulsarte del templo…» y así siguió un buen rato, reprochando a su compañero. Cuando terminó de hablar, el otro dijo: «Yo dejé a la mujer al llegar a la otra orilla. Tú todavía la estás cargando».

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Autor: Daniel Fresno