Artistas de la escucha
por: Daniel Fresno—
El grupo de Entrenamiento Fusión de los martes es aguerrido y bien dispuesto a enfrentar nuevos desafíos. Hoy hicimos algunos movimientos nuevos que exigen bastante coordinación. Uno de los miembros del grupo tenía problemas para copiar el movimiento, pero en su afán de seguir el ritmo de los demás, hacía maniobras que ponían en riesgo sus rodillas.
En un descanso dije:
—Cada uno de nosotros es como un equipo de trabajo. La mente es el líder del equipo y los demás miembros del equipo son los huesos, los músculos, los tendones, los órganos y vísceras. La mente líder dice lo que hay que hacer y el equipo da lo mejor de sí para cumplir la tarea.
Ustedes son un grupo muy especial. Meses atrás les transmití mi alegría por la buena actitud que tienen en cada encuentro. Se mantienen concentrados y con buena voluntad para hacer todos los ejercicios. Esto es posible porque su cuerpo sigue las instrucciones de su mente.
Pero también es muy importante que la mente escuche y esté atenta a las señales que le envía el cuerpo. Un buen líder sabe escuchar a su gente. Y nuestro cuerpo nos está dando información todo el tiempo sobre su estado y sus necesidades. Cuando entrenamos es valioso escuchar esas señales e interpretarlas correctamente. Es importante saber distinguir el dolor de la incomodidad generada por el estiramiento o por la novedad de un movimiento que nunca hicimos. También podemos sentir fatiga o un bajón en los niveles de energía. Es importante distinguir todas estas sensaciones de la pereza.
Si aparece el dolor, conviene detener la actividad y volver a una postura neutral. Si aparece la incomodidad del estiramiento, conviene continuar pero con mucha atención y respeto. Si aparece la fatiga o un bajón en la energía, conviene adaptar la intensidad de la práctica a nuestros recursos energéticos actuales, siempre con atención y respeto. Si no se respetan las señales de fatiga aumentan las probabilidades de accidentes y lesiones. Por último, si aparece la pereza, conviene recurrir a la disciplina y sostener la práctica.
Otro factor que ayuda a una mejor escucha del cuerpo es movernos con concentración y control. Los movimientos atolondrados y sin precisión son riesgosos. Tampoco es aconsejable entrenar escuchando música o mirando pantallas, pues distraen la atención. Mantenernos concentrados ayudará a evitar lesiones y mejorará la relación con nosotros mismos. Eso es muy valioso.
Esta capacidad de escuchar con atención y compasión también podemos aplicarla a nuestra relación con los demás. Goethe decía: “Hablar es una necesidad. Escuchar es un arte”. Muchos vínculos se van deteriorando y entran en crisis por no saber cultivar ese arte. En cambio, la capacidad de escuchar de manera amorosa y compasiva hace milagros en las relaciones interpersonales. ¿Alguna vez les pasó que regresaban a casa después de una jornada difícil y fueron recibidos por alguien que simplemente se sentó a su lado a escuchar? ¿Experimentaron la maravillosa sensación de alivio que esto genera?
Poca gente sabe escuchar sin juzgar, con atención, compasión y mente abierta. Muchas veces, en lugar de escuchar, nos ponemos a pensar de qué manera vamos a contestarle al que está hablando. Otras veces nos cuesta dejar de lado el egocentrismo y, en lugar de escuchar lo que le pasa al otro, empezamos a rumiar: «¿qué me estará queriendo decir al contarme esto?». A veces escuchamos sin paciencia, sintiendo por dentro: «a ver cuándo termina de hablar que yo también tengo cosas para decir». Hay mil maneras de cerrarse y no escuchar y al hacerlo vamos levantando un muro que nos separa del otro.
¿Por qué cuesta tanto escuchar? Porque se asocia el escuchar con la pasividad, con la impotencia. Dentro de esta lógica, el que habla ejerce el poder y el que escucha es sometido. Hay una creencia muy arraigada de que escuchar algo implica automáticamente aceptarlo e incorporarlo a nuestro bagaje de ideas, valores y creencias.. Como si escuchar algo nos convirtiera en eso que escuchamos. Si el otro tuvo un mal día y trae un montón de basura emocional, al escuchar ¿yo me convierto en un tacho de basura? No tiene que ser así. No si escucho con sabiduría y compasión.
Escuchar con amor y sabiduría es una herramienta de poder personal. Al escuchar de esta manera estamos conociendo a los seres que nos rodean y con los que interactuamos. Eso es muy valioso. ¿Qué hacen las grandes corporaciones para incrementar su poder e influencia sobre la gente? La escucha.
Digo esto para ilustrar el enorme poder encerrado en la escucha, no para alimentar fantasías de control y manipulación. El poder de la escucha sabia y amorosa es asombroso porque sana tanto al que habla como al que pone la oreja. Si como dice Goethe escuchar es un arte, pues seamos artistas.
Gracias por escuchar.
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