Asunto mío
Era un jueves por la mañana y yo entrenaba en el parque, muy cerca del edificio de la Policía. Primero, se escuchó la frenada brusca de un auto y después, los gritos. Del auto salieron un hombre y una mujer que discutían a viva voz, llamando la atención de todos. En medio de la discusión, el tipo tomó a la mujer del hombro y levantó la otra mano como si fuera a golpearla. La policía llegó a tiempo y los separó. El hombre fue detenido y el auto, secuestrado.
Minutos después, un policía se acercó para pedirme que fuera testigo de la detención.
-¿Cuánto tiempo va a llevar ese trámite -quise saber.
-Quince minutos -mintió piadosamente el agente del orden.
Junto con otro testigo, estuve en la comisaría más de una hora y media, revisando todo el contenido del auto secuestrado, viendo cómo le leían sus derechos al detenido, llenando formularios y firmando papeles. Esa mañana perdí valiosos minutos de mi vida. Pero no sólo el otro testigo y yo malgastamos nuestro tiempo; la Policía tuvo que dedicar personal, recursos y tiempo para realizar todos los trámites y papeleos derivados de la detención del marido iracundo. Recursos que podrían haberse invertido en tareas más valiosas para la comunidad.
Y todo esto ocurrió porque una pareja no fue capaz de resolver sus diferencias de manera adulta. Por el contrario, eligieron pelearse en medio de la calle, obligando a que otros intervengan.
Mucha gente justifica sus equivocaciones diciendo: «Es cierto, no hice las cosas bien, pero es asunto mío. No le hago daño a nadie».
Creer que estamos aislados, que las consecuencias de nuestras acciones no afectan a otros, es una de las grandes ilusiones de nuestra sociedad. A medida que crecemos y vamos internalizando las normas sociales, desarrollamos nuestro ego y la certeza de que somos individuos desconectados del resto del mundo social y natural. Todo esto genera mucho sufrimiento a nosotros y a los que nos rodean.
Tomar conciencia de que somos parte de una enorme red que abarca a todos los seres vivos y a la Naturaleza en su totalidad, en cambio, nos da serenidad y nos permite vivir conscientes de las consecuencias de nuestras acciones.
Una de las ventajas del taichi chuan es que permite fortalecer la atención, esa fabulosa herramienta que ilumina nuestra vida. Una atención bien cultivada permite registrar las ideas y emociones que surgen dentro nuestro antes de que se conviertan en actos, muchas veces de consecuencias indeseables.
Creo que a aquella pareja le vendría bien practicar taichi chuan.
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Autor: Daniel Fresno