El camino del medio

el camino del medio

por Daniel Fresno

Al empezar la clase recitamos el mantra junto al árbol que nos da sombra en verano. Para llegar a él caminamos haciendo equilibrio sobre un cordón de cemento de unos 8 centímetros de ancho.

—¿Por qué caminamos sobre esta línea tan estrecha? —preguntó un alumno.

—Por dos motivos —respondí—. Uno de ellos es desarrollar la habilidad neuro-muscular del equilibrio, fundamental en cualquier aspecto de la vida. El segundo motivo es para comprender el «camino del medio».

—¿Qué es el «camino del medio»?

—Hay una historia que ilustra esta cuestión. El Buda nació en el seno de una familia de reyes y fue criado entre lujos y placeres. En un momento de su juventud comprendió que ese estilo de vida auto-indulgente le había impedido conocer la realidad tal cual es. Decidió entonces abandonar el palacio real y se unió a un grupo de ascetas con el objetivo de lograr la Iluminación.

Si antes se había dedicado a complacer los sentidos, ahora se privaba de todo. Casi no bebía, ni comía, ni dormía y así se fue debilitando hasta poner en riesgo su salud física y mental.

Un día escuchó el diálogo entre un maestro de música y su alumno. El maestro decía: «Presta atención a la tensión de la cuerda del laúd. Si está muy floja, su sonido será pobre y deslucido. Si en cambio, está muy tensa, el sonido será estridente y probablemente se rompa. Por eso, lo mejor es que la cuerda no esté ni muy floja ni muy tensa. De esa manera su sonido será puro y armonioso».

Al escuchar esto, el Buda comprendió la necesidad de encontrar el equilibrio entre los extremos, de escapar a la trampa del dualismo. Esto es lo que se llama andar el camino del medio.

La caminata sobre este cordón de cemento es una metáfora de nuestro andar por la vida; lo más fácil es caer hacia alguno de los dos lados y lo más difícil es mantener el equilibrio a medida que nos movemos. Al andar nos damos cuenta de que la única manera de mantener el equilibrio es poniendo toda nuestra atención en cada paso que damos. Descubrimos que la única herramienta que nos permite mantener el equilibrio es nuestra concentración, nuestra completa atención enfocada en lo que estamos haciendo en el instante presente.

Al enfrentar el presente con toda nuestra atención podemos captar la realidad tal cual se nos presenta, sin caer en prejuicios, ilusiones u otros “cristales de colores” con los que solemos ver las cosas y que distorsionan nuestra percepción. Hace poco hablamos sobre las trampas de la percepción.

Somos como las cuerdas del laúd. Al caminar sobre el cordón aprendemos a encontrar la tensión justa que nos permite sonar afinados.

Gracias por escuchar.

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