La sopa y el martillo

Las identidades son muy útiles e importantes. Nos ayudan a percibir, disfrutar y darle sentido a la realidad. Nos ayudan a actuar para transformarla. Nos dan seguridad y muchas veces buscamos refugio en ellas. Pero si nos aferramos a nuestras identidades y no sabemos tomar distancia de ellas, perderemos libertad y limitaremos nuestro potencial.

por Daniel Fresno

Hace un par de encuentros hablamos sobre los líderes. Decíamos que elegimos líderes que sostienen principios parecidos a los nuestros. Sentimos afinidad por los lideres que sostienen ideas, valores y tradiciones similares a las ideas, valores y tradiciones que forman parte de nuestra identidad. Pero ¿cómo se forma la identidad?

Mi maestro dice que la identidad se forma a partir del deseo de los padres, incluso desde antes de la concepción. El deseo de los padres va generando un espacio parecido a un molde que luego ocupará el hijo. El proceso de moldeado de la identidad continúa durante la gestación y la infancia. Y así se van formando las diferentes identidades de la persona.

Si yo nací en una familia que escucha y valora la música clásica, si me enseñan a disfrutar de ella, voy a tener una identidad musical determinada. Algo parecido va ocurrir con mi identidad nutricional, mi identidad de género, mi identidad política, ética, religiosa, etc..

Las identidades, que marcan nuestra noción de lo que «está bien» y lo que «está mal», lo que nos gusta y lo que nos disgusta, no se terminan de moldear en el núcleo familiar. El proceso continúa en el sistema educativo, en los grupos de amigos, en el contacto con los medios de comunicación, en el trabajo.

Pero es importante darse cuenta de que uno no es sus identidades. Mis identidades son mías, pero yo no soy mis identidades. Las identidades son muy útiles e importantes. Nos ayudan a percibir, disfrutar y darle sentido a la realidad. Nos ayudan a actuar para transformarla. Nos dan seguridad y muchas veces buscamos refugio en ellas. Pero si nos aferramos a nuestras identidades y no sabemos tomar distancia de ellas, perderemos libertad y limitaremos nuestro potencial.

Tomar distancia de las identidades nos ayuda también a evitar manipulaciones y estafas, especialmente en estos tiempos de profundas grietas sociales. Al comienzo decíamos que seguimos a un líder porque sus ideas son afines a las nuestras, a nuestras identidades. Ese líder puede ser un político del gobierno o de la oposición, un comunicador social, un guía espiritual, un influencer, lo que sea. Supongamos que ese líder quiere manipularnos. ¿Qué va a hacer? Va a decir cosas dulces a nuestros oídos, cosas que halaguen y reafirmen nuestras identidades. También dirá que hay una campaña en su contra orquestada por los que tienen la identidad opuesta. Si estamos muy aferrados a nuestra identidad vamos a ser fácilmente manipulados y sin darnos cuenta podemos terminar siendo carne de cañón en una guerra que no es la nuestra.

Tomar distancia de las identidades es también darnos cuenta de que el líder es diferente a las ideas que propugna. Las ideas pueden ser correctas y útiles y sin embargo el líder puede ser incapaz o deshonesto. Muchas veces los deshonestos usan las ideologías como escudo para protegerse de las críticas y para disimular su incapacidad.

Tomar distancia de las identidades es también darnos cuenta de que las ideas, las doctrinas, por más universales que sean, no son capaces de dar respuesta a todos los problemas en todo momento. Sucede que los impulsores de las doctrinas suelen congelarlas hasta convertirlas en dogmas, pero la realidad está viva y presenta problemas nuevos cada día. Por eso es habitual que, en la práctica concreta, las ideologías entren en crisis después de una etapa inicial exitosa. Si no tomamos distancia de nuestra ideología vamos a hundirnos con ella cuando entre en crisis.

José Pablo Feinmann es un prestigioso filósofo y escritor argentino que hace poco, en un reportaje, reveló datos personales que ayudan a ilustrar lo que estamos abordando. Es necesario aclarar que Feinmann es un ferviente peronista. En 1976 el peronismo gobernante atravesaba una profunda crisis. En marzo de ese año un golpe de Estado derrocó al gobierno y el filósofo se enfermó gravemente. Treinta y nueve años después el peronismo fue derrotado en las elecciones de 2015 y al poco tiempo Feinmann sufrió un ACV del que logró recuperarse después de mucho esfuerzo. .

Las ideologías y los líderes que las encarnan no son infalibles. Comprender esto evitará que nos volvamos fanáticos. Tarde o temprano la vida les presentará problemas que no podrán resolver y caerán. Si estamos demasiado identificados con ellos, también caeremos. No estoy diciendo que hay que deshacerse de las identidades, las creencias o las ideologías. Son herramientas muy necesarias, muy valiosas, pero son solo herramientas.

Mi martillo es muy útil y yo lo aprecio; me ayudó a clavar muchos clavos y no quisiera perderlo. Pero soy conciente de que no puedo contar con él para tomar la sopa. Voy a necesitar otra herramienta para esa tarea. Entonces, sin descartar mi martillo, trataré de conseguir una cuchara.

Yo no soy las herramientas que uso. Lógicamente, alguien podrá preguntar: «Entonces, ¿quién soy?». Para responder a esa pregunta practicamos todos los días.

Gracias por escuchar.