El origen del Tao Te Ching
por Daniel Fresno—
Cuenta la leyenda que el sabio Lao Tzu viajaba hacia el oeste huyendo de una guerra inminente y que al pasar por un puesto fronterizo se detuvo para escribir el Tao Te Ching, el clásico del pensamiento taoísta.
Pero ¿qué hizo que Lao Tzu detuviera su andar para escribir este libro que habría de marcar a fuego el pensamiento tradicional chino y de buena parte de Oriente?
La historia que vamos a contar está basada en el relato que Derek Lin hace en su libro sobre el Tao Te Ching.
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En la época de Lao Tzu, hace 2500 años, la autoridad del emperador estaba en decadencia y diversos reyes se disputaban el poder imperial. Se avecinaban tiempos de caos y violencia para China.
Lao Tzu había sido bibliotecario del rey Wu y ahora viajaba hacia el oeste alejándose de la zona de conflicto, montado sobre un buey. En el puesto fronterizo de Hangu el comandante Yin Xi estaba de guardia vigilando el tránsito de personas y mercancías. Le llamó la atención ese anciano que avanzaba lentamente montado sobre un buey y se acercó para preguntarle cómo se llamaba:
—Me llamo Li Er —respondió el anciano.
—¿Li Er? ¿No es usted el famoso bibliotecario del rey de Wu, también conocido como Lao Tzu?
El anciano asintió con la cabeza y el comandante, lleno de alegría, confesó ser un estudioso del Tao y lo invitó a su despacho a tomar el té. Lao Tzu se dio cuenta que el entusiasmo del funcionario era auténtico y aceptó.
Mientras calentaba el agua, el comandante dijo:
—Se dice que usted consiguió el puesto de bibliotecario del rey por su capacidad para recordar y resumir todos los libros que leyó.
—Los libros son cosas muertas, comandante —dijo Lao Tzu—. Están llenos de palabras escritas por personas que ya no existen. La única manera de extraer sabiduría viva de un libro muerto es aplicando sus palabras en la vida real.
Hablaron sobre la biblioteca real que Lao Tzu tuvo a su cargo. Sobre los textos clásicos que había allí y sobre cómo Lao Tzu a veces aconsejaba al rey en base a la sabiduría que había extraído de los libros.
En aquellos tiempos el libro era un objeto escaso y solo unos pocos privilegiados podían acceder a ellos. El comandante, un hombre sediento de conocimiento, había visto en su vida tal vez uno o dos libros, sin poder llegar a leerlos.
Estar frente a Lao Tzu, el sabio legendario que había leído decenas de clásicos era una oportunidad única de acceder a saberes que siempre quiso pero nunca pudo obtener. Entonces dijo:
—Maestro, me llena de alegría haberlo conocido, pero me apena verlo partir, porque es mucho lo que podría aprender de usted. Me pregunto si sería tan amable de dejar algunas notas para que podamos cultivar el Tao durante su ausencia.
El sabio guardó silencio y sonrió. Cuando la charla terminó el sol se había puesto y Lao Tzu decidió pasar la noche en Hangu. Al día siguiente fue a despedirse del comandante. Llevaba consigo un manuscrito dividido en 81 capítulos, que había escrito esa noche. Al ponerlo en las manos de Yin Xi dijo:
—Este es un resumen de los principios básicos del Tao y de los textos clásicos de la biblioteca real, también incluí algunas de las charlas que mantuve con el rey.
El comandante no podía salir del asombro. Abrazó el Tao Te Ching contra su pecho mientras veía a Lao Tzu montar el buey. Entonces dijo:
—Gracias, Maestro. Este regalo es único y precioso. ¿Volveré a verlo alguna vez?
Mientras se alejaba Lao Tzu respondió:
—Ese regalo también es algo muerto. Igual que los demás libros. Pero recuerda que puedes volverlo a la vida poniendo en práctica sus palabras. Cuando lo hagas, volverás a verme… en el Tao.
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Aquí termina la historia.
Gracias por escuchar.
Que tengas paz y alegría.