El tiempo es veloz

por Daniel Fresno

—El fin de año y los cumpleaños nos hacen tomar conciencia del transcurso del tiempo —dije durante la clase de taichi chuan—. ¿No sienten que el tiempo está pasando muy rápido? Todo está contaminado por una aceleración incesante y cada vez resulta más difícil detenerse para contemplar lo que está pasando dentro de nosotros y en el mundo que nos rodea..

Nuestro lugar de práctica en Parque Los Andes está a medio kilómetro de la entrada principal al cementerio de Chacarita. El camino que recorremos en la vida, sea largo o corto, glorioso o insignificante, superficial o profundo, termina ahí, en el cementerio. Por eso es tan valioso recitar Los Cinco Recordatorios, especialmente el tercero, que dice: «Por mi naturaleza estoy destinado a morir. No puedo huir de la muerte».

Tenemos una tendencia a olvidar esta verdad y si a veces tomamos conciencia de nuestra mortalidad, solemos decirnos: «Sí, es cierto. Yo sé que me voy a morir., pero hoy no». Aún contemplando la inevitabilidad de la muerte, nos engañamos con la ilusión de que tenemos mucho tiempo por delante. Creemos que nos vamos a morir dentro de muchos años y eso hace que nos comportemos, diría Messi, como bobos. Un sabio lo resumió así: «El gran problema del ser humano es creer que tiene tiempo»

Pero la verdad es que no sabemos cuánto tiempo nos queda. En el mismo instante de la concepción se pone en marcha una cuenta regresiva que no sabemos cuánto va a durar, pero que termina cuando dejamos de respirar. Ese escaso tiempo que tenemos lo malgastamos en una carrera loca hacia el cementerio. Hacia allí vamos. ¿Queremos llegar rápido a la meta? ¿Queremos ser los primeros y ganarles a los demás? Muchas personas van por la vida corriendo, incapaces de disfrutar el viaje, porque creen que hay un premio para los que llegan primero. Pero al final no hay premio; solo un ataúd, el nuestro.

Si llega la hora de comer, nuestro cuerpo está frente al plato, pero la mente está lejos, mirando una pantalla u ocupándose de lo que haremos luego de comer. Y así, con la mente corriendo hacia otra parte, comemos mal y el alimento, en lugar de ser fuente de energía y alegría, se convierte en causa de enfermedad.

La española Gloria Fuertes escribió una vez: «La gente corre tanto /porque no sabe dónde va /El que sabe dónde va / va despacio / para paladear / el ir llegando.» Este texto es un buen resumen de la aceleración que vivimos. Corremos porque no somos concientes de que el camino termina en la Chacarita. Cuando somos concientes de lo que hay al final del camino, tratamos de disfrutar el viaje. Todas las maravillas de la vida se nos escapan cuando vamos a mil. Lo maravilloso está escondido en los detalles pequeños, y para poder conectarnos con ellos necesitamos ir más despacio.

No estoy diciendo que ir rápido “es malo” e ir despacio “es bueno”. A veces es necesario actuar rápidamente. Digo que el ritmo vertiginoso que impone el mercado en pos del consumo y la eficiencia nos está privando de la posibilidad de experimentar la vida en profundidad.

Por eso la práctica del taichi chuan y otras artes internas es tan valiosa. Aunque nos movamos lentamente al hacer taichi chuan, a veces mantenemos la misma aceleración que mencionamos antes. En lugar de explorar en profundidad el instante presente del movimiento, tenemos la mente en el próximo movimiento. Otras veces discriminamos entre movimientos «importantes» y «poco importantes». Así nos enfocamos solo en los «importantes», desatendiendo los «poco importantes». Aunque nos movamos despacio, seguimos en una carrera loca sin poder conectarnos con lo que estamos haciendo y sintiendo aquí y ahora.

En cambio, si practicamos con plena concentración, al bajar la velocidad podemos enfocarnos y habitar cada instante del movimiento. Así la práctica se convierte en una experiencia de disfrute y exploración profunda. En ese momento salimos del tiempo vertiginoso de la eficiencia y el rendimiento y entramos en un tiempo de celebración y auto-descubrimiento.

Gracias por escuchar. y feliz año nuevo.


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