Escuchar y lavar la ropa

por: Daniel Fresno

—Mi maestro siempre dice que escuchar es más importante que hablar —dije durante la clase del miércoles—. Y que por eso la Naturaleza nos puso dos oídos y una sola boca. Si hablar fuera tan importante como escuchar, tendríamos dos bocas y no una sola, que además de hablar, también se ocupa de comer, masticar, saborear y respirar, cuando la nariz está tapada.

Pero nuestra cultura no valora demasiado la escucha; se la percibe como un rasgo de debilidad. «El que calla, otorga», dice el refrán. Se busca tener la palabra, porque se supone que el que habla ejerce un cierto poder. En cambio, el que escucha estaría en un situación pasiva o de sometimiento.

Pero no es así. El escuchar es una de las claves del conocimiento. El Dalai Lama dice: «Cuando hablas sólo repites lo que ya sabes, pero cuando escuchas quizás aprendas algo totalmente nuevo«. Escuchar no solo nos permite descubrir lo desconocido; también nos ayuda a ser felices, porque fortalece el vínculo con nosotros mismos y con los demás.

No estamos habituados a escuchar a nuestro cuerpo. Ignoramos sus señales y eso nos provoca enfermedad y todo tipo de sufrimientos. Hace poco les conté de cuando empecé a fumar durante mi adolescencia. Para poder desarrollar el hábito del cigarrillo ignoré el claro mensaje de mi cuerpo, que tosiendo me decía: «Daniel, no fumes más que me hace daño«. Afortunadamente, años más tarde pude escucharlo y abandoné el hábito a tiempo. A otras personas, la sordera las lleva situaciones sin retorno. El no escuchar también daña nuestro vínculo con los demás, especialmente con los seres más cercanos.

Una vez pasamos varios días sin lavar y el tacho de la ropa sucia se llenó y empezó a dar mal olor. Al descubrir la situación me sorprendí y pensé: «¿Cómo fue que se juntó tanta ropa?«. Lavar y colgar esa montaña de ropa era una tarea muy trabajosa, mucho más difícil que lavar poca ropa todos los días. Con los vínculos puede pasar algo parecido. Después de tanto tiempo sin escuchar a la pareja o a los familiares se va acumulando una montaña de emociones negativas y malolientes.

—Siempre está la posibilidad de no lavar la ropa y comprar nueva —dijo Laura.

—Es cierto. Pero si no modifico la conducta que me llevó a dejar que la ropa sucia se acumule, con la ropa nueva me va a pasar lo mismo y al poco tiempo estaré reviviendo el problema. Mucha gente cree que el malestar en la pareja tiene su origen en el otro y elige separarse sin revisar la propia conducta. Entonces, se busca una nueva pareja pero, como los hábitos siguen siendo los mismos, el problema se repite.

Escuchar requiere ante todo hacer silencio. Dejar de hablar, pero también detener el parloteo interno de la mente. Cuando escuchamos de verdad al otro estamos «lavando la ropa». Cada vez que regresamos a casa y, envueltos en la vorágine de nuestras preocupaciones, no somos capaces de escuchar a nuestros seres más cercanos, estamos llenando de a poco el tacho de la ropa sucia. El saberse no escuchado genera sufrimiento, que muy pronto se convierte en resentimiento y otras emociones negativas. Por el contrario, el escuchar con la mente y el corazón abiertos es un acto amorso que fortalece los vínculos de pareja y familiares.

Si se juntó demasiada ropa sucia en la relación, lo mejor es acercarse al otro con una sincera intención de escuchar. Escuchar con toda nuestra atención, sin ideas previas, sin juzgar, sin comparar, sin pensar en cómo contestar. Escuchar con un corazón compasivo y una mente sabia. Por ejemplo, podemos decir: «Las cosas entre nosotros no andan bien. Me doy cuenta que esta situación te hace sufrir y quisiera ayudar a aliviar ese sufrimiento. Sé que no siempre supe escuchar, pero ahora estoy acá para vos, dispuesto a escucharte«.

Probablemente el otro tenga reproches y palabras duras. Todo depende de cuánta ropa sucia se haya acumulado. En este caso lo mejor es mantener la ecuanimidad, respirar y escuchar. Como nos enseña el taichi chuan, escuchamos la energía del otro, pero no permitimos que nos haga perder el centro.

No conviene responder inmediatamente ni debatir. Con tiempo y serenidad podremos evaluar lo que la otra persona dijo y continuar con el proceso de comunicación. Pero quiero destacar que lo más valioso es el acto de escuchar. El escuchar alivia el sufrimiento del otro. Y si somos capaces de sostener la escucha, el otro también empezará a escuchar y de a poco el vínculo se podrá curar.

Gracias por escuchar.