Qué hacer ante la injusticia

por Daniel Fresno

—¿Qué se puede hacer ante la injusticia? —preguntó Roxana durante la clase de taichi chuan—. Hace poco en la calle vi a un señor que tenía sujeto a su perro con una cuerda de ahorque. Pegaba tirones de la cuerda y eso hacía sufrir al animal. Yo lo encaré y le dije que le estaba haciendo daño y la verdad que no obtuve un buen resultado.

—El tema de la injusticia es serio —dije—, y con frecuencia nos encontramos siendo testigos de alguna. ¿Cuál es la mejor manera de actuar ante una situación como la que describe Roxana?

Primero conviene dudar de la primera impresión. Mi percepción suele ser incompleta y muchas veces no tengo un panorama completo de lo que está ocurriendo. Veo a un hombre que tira de la cuerda atada al cuello de un perro, pero no sé cómo llegaron a esa situación. Para ilustrar esto les voy a contar algo que vivió mi esposa hace poco. Ella estaba haciendo ejercicio en la plaza del barrio y se cruzó con un señor que estaba con un enorme doberman. El señor le dijo que el perro era muy bueno y que si quería, podía jugar con él. También andaba por ahí Milagros, una perra que suele tener una conducta impredecible. Mi esposa estaba haciendo su rutina cuando de pronto escuchó gemidos de perro. Buscó con la mirada y vio que el doberman estaba mordiendo en el cuello a Milagros, que gritaba. Finalmente los dueños lograron separar a los animales y no hubo heridos. Pero ¿cómo se llegó a esa situación? No lo sabemos, porque no conocemos todas las circunstancias.

¿Por qué el señor que vio Roxana llegó a tironear de la cuerda de su perro? ¿Puede ser que momentos antes el perro haya mordido sin motivo a otro perro y el tipo se vio obligado a sujetarlo y a tironear de la cuerda como castigo por haber cometido esa agresión? Es posible, pero no lo sabemos a ciencia cierta. Por eso es importante dudar de lo que nos indican las apariencias y tratar de investigar para entender bien qué es lo que hay detrás de eso que estamos viendo.

También conviene mirar hacia adentro y preguntarnos si a nosotros no nos pasó alguna vez lo mismo que le está pasando a ese señor. Si yo miro hacia adentro descubro que muchas veces me enojé con mi perra y tiré fuerte de la correa para indicarle que no me gustaba lo que estaba haciendo. Varias veces se clavó en medio de la avenida para comer algo que había en el piso, poniéndonos en peligro a ambos, y yo muy enojado tiré fuerte de cuerda. Si miro hacia adentro, puedo llegar a entender algo de lo que le está pasando al tipo que vio Roxana.

Al entender que yo también soy capaz de sentir enojo y actuar bajo su influencia, me doy cuenta de que no soy tan diferente a ese tipo. El riesgo que se corre ante este tipo de injusticias es creer que uno es el bueno, el decente, el que ama a los animales y el otro, en cambio, es el malo, el corrupto, el que sólo tiene odio en su corazón. En momentos así somos incapaces de imaginar algo de bondad en el otro. Si yo intervengo viendo las cosas de esta manera, es probable que no obtenga buenos resultados. Lo más probable es que el tipo se cierre más aún y refuerce su postura.

Otra cosa importante ante una injusticia es tener en claro cuáles son mis sentimientos y emociones ante el hecho. ¿Qué estoy sintiendo? ¿Qué caballo estoy montando? Darse cuenta de esto es muy importante, porque muchas veces lo que sentimos ante una injusticia es enojo. Sentimos una intensa ira hacia quien comete la injusticia y deseamos que sufra un castigo. Nos dan ganas de pegarle y hacer justicia por mano propia. Y si no nos animamos, pensamos en llamar a la policía para que ellos le peguen y lo metan preso.

—Sigue siendo la ley del más fuerte —dijo Silvina.

—Exacto. El problema es que si actuamos guiados por la ira no vamos a obtener resultados buenos y duraderos. Ante una injusticia conviene actuar con compasión y sabiduría, de manera que nuestras acciones no generen más daño. Si actuamos bajo la guía del enojo vamos a conseguir que el odio se potencie y se propague.

Además de dar malos resultados, el enojo y la indigación nos hace más vulnerables a la manipulación externa. Hace poco, durante una marcha feminista, al llegar la noche algunas manifestantes juntaron papeles y maderas e hicieron una fogata en una plaza pública. Alguien, desde un edificio cercano, filmó la escena en la que se veía a varias mujeres alrededor de algo que ardía, y la subió a las redes sociales con esta descripción: «Durante la marcha, las feministas quemaron vivo a un perro porque era macho». El video circuló bastante y generó mucha indignación y comentarios llenos de odio. La manipulación había sido exitosa.

¿Pero se puede hacer algo ante una situación concreta como la que vivió Roxana? Sí, se pueden hacer algunas cosas, pero siempre guiados por la compasión y la sabiduría. Nuestro objetivo debería ser aliviar el sufrimiento y no aumentarlo, frenar la violencia y no potenciarla, y todo esto deberíamos hacerlo de manera segura para nosotros y los demás.

Por ejemplo, podemos acercarnos y observar atentamente la situación. La presencia de otros mirando puede hacer que cese la violencia de unos contra otros. Mi maestro sugiere ponerse cerca de los protagonistas del conflicto y empezar a recitar el mantra en voz alta y con gran devoción. Otra opción es hablar con el tipo de esta manera: «Hola, estoy viendo que estás tirando fuerte de la correa de tu perro. ¿Por qué lo hacés? ¿Se portó mal? Te pregunto porque yo también tengo perro y sé que a veces hay que ponerse firmes con ellos. Pero pensá que si lo maltratás muy seguido, cuando necesites que te defienda, no sé si vas a poder contar con él».

—Más allá del episodio del perro —dijo Roxana—, hay muchas injusticias hoy en el país y en el mundo. Hay mucha gente sufriendo por decisiones políticas que toman los gobiernos.

—Las injusticias son expresión de las emociones negativas que gobiernan la mente y el corazón de la sociedad. Si las personas se dejan guiar por la codicia, la envidia, los celos, la soberbia, el miedo, el odio, seguirán votando gobernantes injustos y crueles. ¿Cómo se sale de este laberinto? Creo que ante todo hay que ser pacientes, pues no hay soluciones mágicas y rápidas. Además, es necesario armonizar los cambios externos con los internos. No habrá cambios verdaderos y duraderos en el sistema si al mismo no hay cambios en la subjetividad de las personas que lo integran.

¿No me gusta la injusticia? ¿Quiero terminar con la crueldad en el mundo? Muy bien, pero ¿por casa cómo andamos? Yo soy conciente de que puedo ser muy injusto conmigo mismo. Mi mente me brinda enormes y valiosos servicios todos los días y sin embargo yo a veces la intoxico con películas y noticieros que no hacen más que envenenarla. Eso es muy injusto de mi parte. También puedo ser muy cruel. Durante muchos años fumé tabaco, envenenando mis pulmones y disminuyendo el aporte de oxígeno a todas las células de mi cuerpo. También soy capaz de comer cosas que dañan a mis órganos. Creo que mi lucha contra la injusticia debería empezar siendo más justo y bondadoso conmigo mismo. Una vez logrado esto, debería revisar si no estoy cometiendo injusticias con la gente que vive en mi casa. Si logro ser justo y bondadoso con mis familiares, trataré de hacer lo mismo con mis vecinos y compañeros de trabajo. Y así, ir ampliando el alcance de mi compasión y sabiduría hasta abarcar a toda la comunidad, el país y a todos los seres vivos.

Suena muy romántico ¿no? Pero es el camino más realista. ¿Con qué autoridad moral puedo pedirle a los demás que sean justos y bondadosos, si yo soy injusto y cruel? ¿Qué pasa si el presidente que le pide sacrificios a los ciudadanos, se la pasa yéndose de vacaciones? Nadie le va a creer.

La acción política para lograr un sistema más justo es legítima y necesaria. Pero es importante que esté orientada por la compasión y la sabiduría. Si una acción política genera más sufrimiento que el que pretende aliviar, si genera más odio que el que pretende erradicar, no dará buenos resultados. Si la acción política no es inclusiva y por el contrario exige la eliminación de los que están en el otro bando, no dará buenos resultados.

La única manera de lograr un cambio verdadero y duradero en los demás es a través del ejemplo. Pueden realizarse cambios sociales a través de leyes, o por el miedo o por la fuerza, pero si no están basados en un cambio de conciencia de las personas, serán efímeros y al poco tiempo todo volverá a ser como antes.

Gracias por escuchar