Egoísmo y solidaridad

-Hace unas semanas un alumno preguntó: «¿El ser humano es naturalmente egoísta o solidario?» -dije durante la clase de taichi chuan-. Filósofos y sociólogos de todos los tiempos buscaron responder a esa pregunta. Hobbes decía que el ser humano es egoísta y violento por naturaleza y que, sin un acuerdo social, estaríamos en guerra todo el tiempo. Rousseau en cambio creía que el ser humano es naturalmente bueno.

-Una energía es yang: discrimina, analiza y me separa a mí del mundo que me rodea. La otra energía es yin: acepta, sintetiza, incluye a lo diferente y me hace sentir parte del universo. Ambas energías conviven dentro del ser humano y son necesarias para sostener la vida.

-A nivel biológico, la primera energía está representada por el sistema inmunológico. Este sistema vigila constantemente y entra en acción cuando detecta algo diferente. Lo ataca y lo destruye. Cuando el sistema inmunológico se debilita, los virus y las bacterias se reproducen sin control y nos  enfermamos. Varios tipos de cáncer también se desarrollan por fallas del sistema inmunológico. Pero también perdemos la salud cuando el sistema inmunológico se pasa de rosca y aparecen las enfermedades auto-inmunes. La clave está en el equilibrio.

-Algo parecido ocurre con los dos hemisferios cerebrales. Como lo explica la Dra. Bolte Taylor en este video, cada hemisferio procesa la información de manera diferente y se interesa por cosas distintas. El izquierdo piensa de manera lineal y metódica. Se ocupa del pasado y del futuro. Piensa a través del lenguaje y me identifica como un individuo separado del resto del mundo.

-El derecho, en cambio, se ocupa del momento presente, del aquí y ahora. Piensa a través de imágenes, aprende a través del movimiento y me conecta con todo lo que me rodea. Para la conciencia del hemisferio derecho, somos todos seres conectados unos con otros como una gran familia humana. ¿Podríamos vivir sin uno de los dos hemisferios cerebrales?

 

-La historia muestra muchos ejemplos de la violencia que podemos desatar los humanos cuando nos dejamos llevar por el egoísmo. Las guerras son el ejemplo más contundente. Pero también hay ejemplos claros de solidaridad y cooperación. La sociedad humana actual sería imposible de imaginar sin las complejas redes de colaboración entre personas que trabajan unas para otras, sin siquiera conocerse. Yo puedo alimentarme porque consigo los alimentos en los negocios que hay en mi ciudad. Pero ¿cómo llega ahí el alimento? Hay gente que trabaja la tierra para obtenerlos y procesarlos, hay otra gente que los transporta a los centros urbanos, y hay otros que hacen funcionar los negocios donde yo compro. Todo este proceso es posible gracias a la confianza y cooperación entre desconocidos.

-La primera energía no tiene buena prensa. La segunda, en cambio, es bien recibida. Sin embargo, como dijimos antes, ambas son indispensables en el juego de la vida. Hace un tiempo les conté la historia de un alumno de taichi chuan que tuvo que enfrentar a un ladrón que quiso entrar a su casa una noche. Estaba durmiendo con su esposa, pero las pisadas del extraño sobre el techo de tejas lo despertaron y le permitieron ir a su encuentro antes de que ingresara al dormitorio. En menos de un minuto, enfrentó al intruso, luchó y logró expulsarlo. El combustible que le permitió resolver esa situación fue la primera energía, la misma que hace entrar en acción al sistema inmunológico cuando detecta un virus. Ese no era momento para la empatía y para ponerse a reflexionar sobre las causas personales y sociales que llevaron al ladrón a seguir ese camino. Había que sacarlo de la casa y el alumno lo hizo con la fuerza justa.

-En taichi chuan esas dos energías están representadas por peng y lu. Peng es la energía que surge desde el centro y va hacia la periferia, rechazando la fuerza que viene de afuera. Lu es la energía que absorbe, envuelve y redirige la fuerza que viene de afuera. Son las dos piernas sobre las que el taichi chuan se mantiene de pie.

-Cuando se cae en el error de considerar que una energía es buena y la otra es mala, ambas se enfrentarán como enemigos que luchan entre sí hasta que una elimine a la otra. En una persona, esta lucha termina debilitando la salud y generando sufrimiento. Lo mismo ocurre en la sociedad. La clave está en saber equilibrar ambas energías, como dos opuestos que se complementan y colaboran entre sí, haciendo posible la  salud y la felicidad.
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Autor: Daniel Fresno