Deudas y culpas

por Daniel Fresno

—El domingo pasado hablábamos sobre la deuda que tenemos con nuestra madre — dije durante la clase de taichi chuan— , y Silvina dijo que la palabra «deuda» no le gustaba porque tiene una fuerte connotación de culpa. Es cierto que muchas personas le dan a la deuda un sentido de culpa, pero la culpa no hace más que entorpecer la comprensión del fenómeno. Algunos también tiñen de culpa la actividad sexual, pero hacerlo no ayuda en nada a comprender la profunda trascendencia y complejidad del acto sexual.

Las deudas no son algo agradable porque sentimos que nos atan y nos quitan libertad, especialmente cuando somos deudores. Pero más allá de lo que pensamos o sentimos sobre ellas, las deudas existen y no desaparecen hasta que las saldamos.

En la vida no estamos aislados. Aunque nos gusta vernos como seres individuales, separados del resto, constantemente interactuamos e intercambiamos con otros seres. En ese intercambio a veces se generan desequilibrios. La deuda es un desequilibrio en el sistema.

Todo lo que hacemos tiene consecuencias que pueden ser positivas o negativas. Y así se generan las deudas. Cuando recibimos algo bueno de otra persona, se genera una deuda. En una situación así lo mejor es expresar gratitud, pero además conviene realizar acciones para saldar esa deuda, para recuperar el equilibrio perdido.

Hace poco mi esposa fue de compras a la verdulería. Al regresar se largó a llover muy fuerte. Encontrò refugio bajo un balcón, justo donde funciona una peluquería. Al verla ahí, la gente de la peluquería la invitó a entrar, le convidaron un té y le permitieron sentarse en un sillón hasta que dejara de llover. Antes de irse mi esposa les dio las gracias y al llegar a casa se puso a preparar una comida especialmente rica para regalarle al día siguiente a los peluqueros y así retribuir su actitud compasiva.

Algo parecido ocurre cuando nuestra acción provoca sufrimiento a otra persona. Es importante pedir perdón con sinceridad, pero también conviene actuar para reparar el daño. De esta manera recuperamos cierto equilibrio.

A veces contraemos deudas con nosotros mismos. Por ejemplo, la estabilidad de mi organismo depende de que ciertas necesidades básicas sean satisfechas. Necesito descansar todos los días cierta cantidad de horas. Si por cualquier motivo no le doy a mi cuerpo el descanso que necesita, se producirá un desequilibrio que puede terminar en enfermedad. Al irme a dormir luego de una jornada de intensa actividad estoy pagando una deuda interna.

También contraemos deudas con los demás. Tomemos el ejemplo de nuestra universidad pública y gratuita. La Universidad de Buenos Aires (UBA) es una institución de primer nivel que brinda educación de calidad y que existe gracias al esfuerzo de toda la comunidad. Cada argentino trabaja para mantenerse a sí mismo y a su familia, pero también mantiene a la universidad pública. Además, buena parte de los docentes que enseñan ahí lo hacen ad-honorem. Que una persona obtenga su título universitario en la UBA, es resultado de su esfuerzo personal pero también del esfuerzo de toda la sociedad. Sin embargo, excepto unas pocas excepciones, como es el caso de los médicos, el sistema no le exige al graduado que retribuya a la sociedad lo que recibió de ella. Esto no es bueno porque refuerza el egoísmo y la codicia del individuo, al que le hacen creer que su èxito es resultado exclusivo de su esfuerzo personal.

Cuando la deuda no se salda y, además, no se modifica la conducta que la generó, el desequilibrio aumenta hasta provocar el colapso de todo el sistema. Veamos lo que ocurre en Chile. Durante décadas la inmensa mayoría de la sociedad aceptó transferir enormes recursos a los más ricos con la promesa de que algún día toda esa riqueza acumulada iba a empezar a derramarse sobre la gente común. Durante 30 años se fue acumulando una enorme deuda y no se hizo nada para saldarla. Todo eso terminó en la rebelión que hoy sacude al país hermano.

¿Cómo encarar esta situación? El taichi chuan nos enseña a desarrollar sensibilidad. ¿Qué entendemos por sensibilidad? Es la capacidad de estar atentos y abrir todos los sentidos para registrar la realidad tal cual es, interpretar correctamente los datos de los sentidos y actuar de manera eficaz y a tiempo.

Muchas veces recibimos ayuda de otros y no la registramos. Muchas veces hacemos daño a otros y no nos damos cuenta. Esta falta de sensibilidad hace que las deudas se agiganten. Por eso el primer paso es estar atentos y sensibles para darnos cuenta cuándo generamos daño y cuándo recibimos compasión. El siguiente paso es dejar de hacer aquello que provoca sufrimiento en otros, pedir perdón o dar las gracias. Luego, actuar para reparar el daño causado o para retribuir el amor recibido.

A veces podemos pagar la deuda de gratitud o reparar el daño causado en la persona que nos ayudó o que padeció nuestras acciones. Pero otras veces esto no es posible. Si recibimos ayuda de alguien y ese alguien ya no está, podemos pagar la deuda ayudando a otros. Hay un dibujo de 72 Kilos que ilustra muy bien esta cuestión.

Gracias por escuchar.

——–
Si te parece que este texto puede serle útil a otra persona, no dudes en compartirlo.