La técnica secreta

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por Daniel Fresno

El Maestro Chao cumplió hace poco 60 fuertes y saludables años. Para festejar, organizamos una gran cena a la que asistimos sus discípulos, alumnos, familiares, pacientes y amigos. Cuando me tocó hablar, esto fue lo que dije:

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La técnica secreta

Conocí al Maestro por una nota publicada en una revista que ya no sale más. Era una nota extensa sobre su bagua zhang. Para esa época yo había visto muchísimas películas de artes marciales y me había leído todo lo publicado en español sobre artes marciales internos, chi kong, taoísmo y budismo.

Cuando le pedí al Maestro que me enseñe, tenía la cabeza llena de historias fabulosas sobre luchadores legendarios con poderes sobrenaturales  y técnicas secretas, que sólo transmitían a sus alumnos de más confianza. Yo quería ese poder; quería caminar por las paredes, volar de un tejado a otro y neutralizar a mis adversarios atacando puntos vitales. Quería que me transmitan las técnicas secretas.

El primer día, antes de empezar, el Maestro me dijo «mire que el bagua zhang no es fácil. Hace falta mucha disciplina, paciencia y concentración». En esa primera clase me mostró la caminata de bagua y al terminar dijo: «tiene que practicar esto todos los días».

Todo el tiempo comparaba lo que el Maestro enseñaba con lo que había leído en los libros y visto en las pelis. Y la verdad que eso no me ayudaba a aprender. Una de las cosas más valiosas que aprendí del Maestro fue cómo funciona el mecanismo de aprendizaje. Es muy simple: si el alumno tiene la cabeza llena, es muy difícil que le entren nuevos conocimientos.

Me di cuenta que era mejor y más productivo limpiar mi cabeza de todas las fantasías y así pude abrirme a las cosas que el Maestro tenía para enseñar. Recién ahí, cuando pude vaciar mi cabeza, empecé a aprender.

Hace tiempo que administro el sitio web de la escuela y también recibo los mensajes que llegan. En todos estos años llegaron muchos mensajes de personas de otros países que le pedían al Maestro que vaya a dar seminarios. También, mucha gente del interior de nuestro país escribió pidiendo lo mismo.

Cuando le transmitía estos pedidos al Maestro, él me decía que no; que si alguien quería aprender con él, tenían que venir acá. Que acá estaba el centro de la escuela y que los alumnos interesados en aprender tienen que ir hacia el centro.

Ahí me di cuenta de que somos afortunados de que el Maestro haya elegido esta ciudad para establecerse. Muchos profesores de artes marciales se la pasan viajando y dando cursos por todo el mundo. Esto les reporta un gran beneficio económico y mucha fama, pero cuando se van de viaje sus alumnos se quedan sin el maestro que eligieron.En general, la gente anhela lo que está lejos y le resta valor a lo que tiene cerca. Tenemos que aprovechar que el Maestro está acá y enseña acá y tratar de aprender lo más posible, ahora que está tan cerca.

Todos tenemos en nuestras vidas diferentes áreas de interés. En mi vida hay tres que son muy importantes: mi familia, la escuela y el trabajo. Siempre traté de integrar esas tres áreas y la integración que más me costaba era la de la escuela con mi trabajo.

Yo trabajo en los medios de comunicación y lo que hago es leído por la gente. Hace poco le comenté al Maestro que estaba muy contento porque había logrado empezar a unir, a integrar esas dos áreas y que eso, además de ser muy placentero, se traducía en un  reconocimiento positivo de los lectores. La gente registraba el cambio en mi trabajo y le gustaba. Le decía al Maestro que todo eso lo había logrado gracias a sus enseñanzas.
El me contestó que eso era sólo una parte de la verdad. Que un maestro puede tener muy buenas enseñanzas, pero si el alumno no las acepta y las pone en práctica, no sirven de mucho. Ahí me di cuenta de que no siempre estamos abiertos a lo que el Maestro enseña, pero por suerte él repite las cosas muchas veces. Yo antes lo escuchaba repetir una idea y pensaba «pero esto ya lo dijo muchas veces ¿por qué lo repite?».

Un día, cuando comprendí algo, tomé conciencia de que eso que acababa de comprender, el Maestro ya me lo había dicho antes decenas de veces. Eso que acababa de comprender lo había tenido ante mis narices muchas veces y no me había dado cuenta. Por eso Maestro, quiero agradecerle por repetir las cosas muchas veces. Es que lo que usted enseña es tan diferente a lo que vemos y oímos todos los días, que si no lo repitiera, nos lo olvidaríamos.

Yo fui hacia el Maestro en buscando una cosa y terminé descubriendo un universo que ni me imaginaba. Como Colón, que viajó para llegar a la India y conseguir especias y terminó encontrando un continente desconocido. En todos estos años fui descubriendo cosas maravillosas que, si al principio de mi aprendizaje me hubieran dicho que iba a aprender, no lo hubiera creído.
¿Y qué pasó con aquellas fantasías que tenía al principio? Descubrí que muchas de ellas eran bastante pobres y huecas. Me di cuenta de que los libros que había leído, muchos de ellos escritos por gente prestigiosa, eran apenas una modesta introducción a lo que el Maestro tiene para enseñar.
Pero las técnicas secretas existen. El Maestro me enseñó la más secreta de todas y, si me permiten, voy a compartirla con ustedes.

Practicar todos los días con disciplina, paciencia y concentración; con fe en uno mismo y por el simple placer de practicar, sin esperar recompensa. Esa es la técnica secreta que aprendí de mi Maestro y por eso le estoy muy agradecido.
Feliz cumpleaños, Maestro.