El alimento de la mente

por Daniel Fresno

Silvina, Roxana y Martín vienen a las clases de taichi chuan. Hace dos semanas Silvina nos regaló kinotos de un árbol que crece en su casa. Roxana nos regaló una palta enorme, que también creció en su casa. Martín nos regaló gránulos de kéfir para hacer nuestro propio cultivo en agua.

Estamos agradecidos por estos regalos que son totalmente naturales y no tienen pesticidas ni conservantes. Valoramos estos alimentos porque sabemos que es bueno comer cosas naturales y sin venenos. Todo el mundo sabe que hay alimentos que hacen bien y otros que es mejor evitar o consumir en pequeñas cantidades.

Comer hongos venenosos puede provocar la muerte en pocas horas. Pero hay otros alimentos que provocan daño de manera lenta y progresiva, afectando órganos y provocando enfermedades metabólicas o circulatorias y deterioro del sistema inmunológico.

Sabemos que hay que ser selectivos a la hora de llenar la panza, pero no hay mucha conciencia sobre aquello con lo que alimentamos nuestros oídos, nuestros ojos y, sobre todo, nuestra mente. Entre una comida y la siguiente transcurren varias horas en las que el estómago está vacío. La mente, en cambio, es muy difícil de vaciar. Estamos todo el tiempo con algo en la cabeza: ideas, imágenes, pensamientos, sentimientos o emociones. Y estamos tan acostumbrados a tener la cabeza llena, que no nos damos cuenta de con qué la llenamos. Ese contenido que ocupa nuestra mente puede ser tóxico y si permitimos que se consolide y prospere, puede terminar enfermándonos, de la misma manera que ciertos alimentos.

Es importante registrar cuando surgen estos contenidos y actuar de inmediato para evitar que se arraiguen en la mente, crezcan y controlen nuestra conducta. Recitar el mantra de manera conciente, enfocarse en la respiración o practicar taichi chuan o chi kung son herramientas útiles para lidiar con estas situaciones.

Y así como miramos hacia adentro de nuestra mente, también es bueno detenernos y escuchar nuestro cuerpo. Los huesos, las articulaciones, los tendones, los órganos están todo el tiempo diciéndonos algo. A veces nos dicen que están bien, otras veces nos informan de algún desequilibrio. Muchas veces el hígado o el estómago nos dicen: «ayer anoche comiste y bebiste demasiado y estoy sobrecargado de trabajo. Por favor, dejame descansar por un tiempo. Cuando me haya recuperado volveré a trabajar con más energía». Cuando no escuchamos estos mensajes y seguimos sobreexigiendo a nuestros órganos, éstos tarde o temprano se agotan o colapsan.

Nuestra práctica es ante todo un entrenamiento de la mente. Cuando hacemos la forma de taichi chuan estamos enfocando la atención en cada detalle del movimiento y en las sensaciones internas. ¿Cómo están apoyados mis pies sobre el suelo, dónde tengo el peso, cómo estabilizo mi rodilla al sostenerme sobre un sólo pie, qué ocurre con la cadera y el abdomen cuando estoy rotando?

Estamos fortaleciendo la atención, haciéndola cada vez más potente y al mismo tiempo estamos aquietando la mente, liberándola del ruido al que está sometida constantemente. Estamos ayudándola a recuperarse del estrés de la jornada y generando la quietud necesaria para que vuelva a «escuchar» hacia adentro. Es ahí cuando logramos re-conectarnos con nosotros mismos, uniendo cuerpo y mente, reparando el daño generado por la alienación de la vida moderna.

Gracias por leer.

——–

Si te parece que este texto puede serle útil a otra persona, no dudes en compartirlo