Un camino de corazón

por Daniel Fresno

Cuando empezamos a meditar declaramos nuestra intención. Es decir hacemos conciente por qué y para qué nos sentamos a meditar. Es bueno declarar nuestra intención cuando empezamos cualquier actividad, sea grande o pequeña,

Andar por la vida es recorrer un camino. Hay muchos caminos y es importante conocer cuál es nuestra intención al andarlo. ¿Estoy en este camino porque me gusta ver paisajes bonitos? Si es así, cuando atraviese bellos escenarios me sentiré muy bien. Pero si el paisaje es desagradable, voy a sufrir. ¿Estoy en este camino porque me gustan las rutas bien pavimentadas? Si es así, cuando encuentre baches o piedras, me voy a enojar o a deprimir. ¿Esperamos que durante el recorrido todo salga según nuestros deseos? ¿Qué hacemos si el camino nos depara sorpresas desagradables?

Para las elecciones de 2019 un importante empresario invirtió mucho dinero y apoyó públicamente a un candidato presidencial. Pero su favorito perdió y el empresario, decepcionado con el resultado de las urnas, trasladó su empresa a un país vecino. Esta decisión tiene sentido porque la intención del hombre de negocios era ganar plata. Apostó dinero a un proyecto esperando recibir cierta ganancia que nunca llegó y entonces se fue a otro sitio a ver si lograba ganar más.

Cuando elegimos recorrer un camino ¿lo hacemos para ganar? ¿Qué pasa si hay pérdidas, si fracasamos? ¿Cambiamos de camino? Mi maestro siempre dice que en la vida es mejor enfocarse en sembrar sin pensar demasiado en la cosecha.

Cuando buscamos ganar o hacer negocio, es lógico abandonar cuando hay pérdidas. Pero si el elegido es un camino de corazón, todo es ganancia porque seremos capaces de sacar provecho de todas las experiencias. Si las cosas salen como lo deseamos, la ganancia es obvia; si las cosas no salen como lo deseamos, ganamos experiencia y aprendemos. Todo está bien cuando andamos el camino correcto.

De pronto recibimos una «mala» noticia y nos ponemos furiosos y nos desanimamos. Pero si investigamos a fondo descubriremos que nada ocurre por casualidad. Si los frutos que cosechamos son amargos, conviene mirar atrás para ver qué semillas plantamos y cómo cuidamos la siembra. Lo que hoy vivimos es resultado de nuestras acciones individuales y colectivas del pasado. Si seguimos haciendo lo mismo seguiremos obteniendo los mismos resultados.

A veces andamos por la vida como dormidos, en piloto automático a través de una nube de pedo que nos impide ver dónde estamos pisando. En esas circunstancias es habitual tropezar y caer. Duele pero no deberíamos enojarnos; sería más provechoso agradecer ese tropiezo que nos hizo abandonar el estado de inconciencia en el que estamos buena parte del día.

Alguien podrá preguntar ¿cómo sé que el mio es un camino de corazón? Para empezar hay que aclarar que no tiene nada con la actividad elegida. Cualquier acción puede convertirse en un camino de corazón. Levantarse de la cama para empezar el día, iniciar un vínculo de pareja, construir una familia, lavar los platos, poner un kiosko, abrir un restaurante o iniciar una carrera política. La clave no está en el camino sino en la actitud con la que lo recorremos.

Cuando estamos en el camino para escapar de algo que tememos o para conquistar algo que deseamos, seguramente no es un camino de corazón. Cuando estamos plenamente concientes de cada paso que damos y todo lo que sucede es oportunidad de aprendizaje, cuando hacemos lo mejor que podemos con los recursos que tenemos y eso nos genera paz y alegría, cuando sentimos que la actividad nos enriquece y a la vez hace del mundo un lugar mejor, ese es un camino de corazón.

Gracias por leer.

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