Despertar al lechero

-Quisiera hablar de algunos puntos claves de nuestra práctica -dije en la clase de taichi chuan-, que valen tanto para los alumnos nuevos como para los antiguos. Durante la clase es importante enfocar la atención en lo que estamos haciendo. Si hacemos la forma, prestamos atención a las indicaciones del profesor y luego enfocamos la atención en lo que está haciendo y sintiendo cada parte de nuestro cuerpo en cada instante. El taichi chuan brinda enormes beneficios a aquellos que lo practican regularmente, uno de ellos es la educación de la atención. Con esta práctica podemos hacer más potente nuestra atención y convertirla en concentración, que es la atención enfocada a lo largo del tiempo. Todos somos capaces de poner atención, pero suele ocurrir, sobre todo en los tiempos que corren, que nuestra atención es débil y efímera. Podemos enfocar la atención por un breve lapso de tiempo, después del cual la mente ya se va volando por ahí. Nuestro objetivo es lograr concentración.

-Cuando uno es un principiante, todas las cosas que se ven en la clase son nuevas y llamativas. Tenemos todos los sentidos abiertos y ponemos atención en los detalles de los movimientos y, si sostenemos la práctica en el tiempo, habremos incorporado esos movimientos, que nos saldrán de manera natural e instintiva. Ese es uno de los objetivos de la práctica del arte marcial: practicar las técnicas para que salgan de manera espontánea. Sin embargo, a pesar de que en la clase vamos a realizar movimientos que ya conocemos, es muy importante no hacerlos de manera automática. Hay que practicar lo conocido enfocando toda nuestra atención, como si fuera la primera vez, con la actitud del principiante. Esto vale también para lo que se habla en clase. Cuando recito el mantra, lo hago como si fuera la primera vez. Escucho los Cinco Recordatorios con la certeza de que hoy, a pesar de haberlos oído mil veces, tienen algo valioso que decirme.

-Cuando yo era chico, la leche la repartía el lechero, que iba casa por casa, con su carro tirado por un caballo. A fuerza de repetición, el caballo ya conocía el camino y sabía dónde había que detenerse para entregar la leche. De esta manera, el lechero muchas veces se quedaba dormido y dejaba que el caballo siga su rutina habitual. Nosotros no tenemos que hacer como el lechero; tenemos que mantenernos despiertos y tomar las riendas del caballo.

-Uno de los grandes males de estos tiempos es que el cuerpo se mueve muy poco y la mente, en cambio, no para. En nuestra práctica logramos el equilibrio porque movemos el cuerpo y al mismo tiempo hacemos que la mente descanse. ¿Y cómo hacemos para que la mente descanse? Enfocándola. De esta manera aprovechamos al máximo los beneficios de la clase de taichi chuan.

-Quiero contar algo que me pasó ahora, hace unos minutos -dijo Roxana-. Estaba haciendo «Mirar el cielo» y de pronto vi un pájaro muy bonito en una rama del árbol y me quedé mirándolo y mi atención dejó de enfocarse en el ejercicio. Sin embargo, me gustó descubrir ese pájaro y apreciar su belleza.

-Yo no es que me ponga a pensar durante la clase -dijo Carlos-, son los pensamientos los que me atrapan y me llevan con ellos.

-Estaría bueno que hubiera un canal, un cauce, por el cual pudieran escurrirse los pensamientos y las distracciones cada vez que aparecen -agregó Silvina.

-Todo esto que acaban de decir tiene que ver con qué actitud adoptamos durante la práctica -dije-. Ponemos voluntad en enfocar la atención en lo que estamos haciendo, pero es inevitable que surjan pensamientos, emociones o sensaciones. En esos casos, no ignoramos ni reprimimos lo que surge, lo registramos y dejamos que siga su curso, sin adherirnos a él y sin dejar que nos controle. Dejamos que fluya por ese canal imaginario del que hablaba Silvina. Nuestro objetivo es educar la atención, pero no lograremos este objetivo con rigidez. Cuando pierdo la concentración, registro qué fue lo que me distrajo y amablemente traigo de vuelta mi atención a la práctica.

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Autor: Daniel Fresno