El poder de la motivación interna

por Daniel Fresno

Era una mañana muy calurosa después de varios días de altas temperaturas. Durante el encuentro de Fusión estábamos haciendo un ejercicio simple pero muy efectivo para estabilizar la articulación del hombro.

—Era la primera vez que hacía este ejercicio y me resultó muy fácil —dijo una alumna—. Entonces pensé «Si me resulta tan fácil, debo estar haciéndolo mal».

—Esto es lo interesante de nuestra práctica —dije—. Trabajamos el cuerpo con la atención plenamente enfocada en todo lo que está ocurriendo dentro de nosotros. De esta manera descubrimos cosas valiosas sobre cómo funciona nuestra mente. En un gimnasio es más difícil conseguir esto porque hay infinidad de estímulos distrayendo nuestra atención: música a todo volúmen, espejos en todas las paredes, televisores mostrando imágenes vertiginosas, máquinas que se mueven a una velocidad que debemos seguir si no queremos caernos al piso, entrenadores que gritan consignas motivadoras todo el tiempo. Aquí los estímulos externos son más discretos y eso facilita la conexión con uno mismo.

¿Qué es el cultivo espiritual?

Pero me gustaría detenerme en la percepción que tuviste. Esa sensación de que «si el ejercicio no me resulta costoso debo estar haciéndolo mal» se basa en la idea de que lo realmente valioso cuesta esfuerzo. Esto es cierto, pero lo importante es averiguar qué sentimos al realizar el esfuerzo.

Todos los aquí presentes estamos en un camino espiritual. El cultivo espiritual es básicamente tomar conciencia de los límites internos y practicar con disciplina, paciencia y concentración para superarlos. Algunos vienen para superar límites internos físicos; otros, para superar límites internos mentales; otros, para superar ambos.

Cada vez que practicamos concientemente para superar un límite interno experimentamos una cierta resistencia que nos obliga a salir de la comodidad. Sentimos que hacer eso nos cuesta, que necesitamos esforzarnos. Y es normal sentir eso. Cuando queremos superar un límite interno tenemos que salir de la seguridad de lo conocido y aventurarnos en un territorio nuevo.

Los alumnos más antiguos lo sintieron en carne propia varias veces. Cuando se hace un ejercicio por primera vez, cuesta. A medida que sostenemos la práctica, cada vez cuesta menos, es decir, vamos superando el límite. Nos esforzamos y finalmente lo superamos completamente y alcanzamos un nivel más alto. Y ahí otra vez volvemos a sentirnos cómodos. Podemos quedarnos en ese lugar o seguir avanzando y superando nuevos límites.

Si sentís que el ejercicio «no te cuesta», puede ser como decís, que lo estás haciendo mal, pero también puede ser que el ejercicio no te enfrenta con ningún límite interno, es decir, podés hacerlo correctamente pero sin salir de tu zona de comodidad. Tal vez sea eso lo que te pasó hoy.

Alegría o sufrimiento

—Muchas veces la exigencia es tan fuerte que creemos que todo nos debe costar mucho —dijo otra alumna.

Es que las cosas valiosas que deseamos tienen un costo —dije—. La cuestión es si pagar el precio nos genera alegría o sufrimiento. Para comprender esto hay que observar cuál es nuestra motivación, por qué y para qué hacemos lo que hacemos. Si hacemos las cosas por una motivación externa, por obligación, para ser aceptados por otros, para recibir una recompensa, para evitar un castigo, es muy probable que sintamos la pesada carga de la exigencia y todo el proceso será amargo. Si en cambio tenemos una motivación interna, enfrentaremos todos los obstáculos con alegría y en ese proceso de enfrentar y superar límites nos haremos cada vez más fuertes.

Hoy es un día muy caluroso. Si escucháramos lo que nos dice la comodidad, permaneceríamos en casa frente al ventilador. Pero nuestra motivación es interna y ese es un combustible muy eficaz. Por haberlo experimentado en carne propia sabemos que venir a clase nos hace sentir bien. Nos da fuerza, mejora nuestro estado de ánimo y nos acerca a un estado vital que deseamos alcanzar. Sabemos también que si nosotros estamos bien, la gente que nos rodea también estará mejor y se verá inspirada a mejorar. En un mundo donde tanta gente se dedica a generar sufrimiento, estamos generando un poco bienestar para nosotros y los que nos rodean. Eso es muy estimulante ¿no creen?

Esta potente motivación interna hace que enfrentemos la rigurosidad del clima con alegría. Al venir a clase no experimentamos la exigencia de tener que cumplir con un mandato externo; vivimos la satisfacción de estar recorriendo un camino que elegimos concientemente.

Siempre se paga un precio. La gran diferencia es que cuando pagamos obligados, lo que obtenemos no lo disfrutamos plenamente porque tiene un sabor amargo. Cuando pagamos con alegría, lo que obtenemos nos hace más fuertes y felices.

Gracias por escuchar.


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