Los límites, el querer y el poder

por Daniel Fresno

—Dentro del ser humano conviven dos deseos intensos —dije durante la clase de taichi chuan—: el deseo de establecer límites que nos den seguridad y el deseo de trascender los límites e ir más allá. Uno es yin; el otro es yang.

Los límites son indispensables para la vida. Nuestra piel marca un límite claro entre lo interno y lo externo y es bueno que ese límite esté ahí. Es bueno que los huesos, los órganos y las vísceras permanezcan del lado de adentro. Es bueno que los cuchillos permanezcan del lado de afuera. Celebramos ese límite físico que es la piel y tratamos de preservarlo.

Los Cinco Recordatorios nos hablan de otros límites infranqueables. No puedo huir del envejecimiento, ni de la enfermedad ni de la muerte ni de la pérdida de aquello que amo. Lo bueno de los límites es que marcan un espacio dentro del cual florece la vida. Por ejemplo, muchas personas ignoran el límite de la muerte y actúan cotidianamente como si fueran inmortales. Vivimos con ansiedad, angustia, depresión y peleamos por tonterías. Un día, sin saber cómo, nos encontramos en terapia intensiva, llenos de tubos y sondas y vemos a un médico que le dice a nuestros familiares: «Le quedan pocos días». Ahí sentimos el amargo arrepentimiento de haber malgastado el tiempo como si fuera un recurso inagotable. Cuando ignoramos el límite inexorable de la muerte, actuamos como un hamster que corre dentro de su rueda. Corremos porque vemos que todo el mundo corre y nos esforzamos por ser más rápidos que los demás para llegar antes a ninguna parte. Cuando ignoramos el límite de la muerte la vida se nos escapa como arena entre los dedos.

En cambio, cuando somos plenamente concientes de que tenemos un tiempo limitado, dejamos de lado las distracciones, nos enfocamos en lo que es realmente valioso y desplegamos nuestras capacidades de la mejor manera, para nuestro bien y el bien de todos los seres. Cuando somos plenamente concientes de que podemos morir en cualquier momento la vida se convierte en un viaje fabuloso.

Buscar afuera o buscar adentro

Ese afán por superar límites que mencioné al principio, la mayoría de las personas lo aplica a los límites del mundo exterior. Ganar más dinero del que gané hasta ahora, poseer más cosas de las que ya tengo, experimentar nuevos y más intensos placeres sensoriales, ganar más influencia sobre los demás. Buscamos superar los límites externos porque creemos que así seremos más felices. Todos ustedes están aquí porque descubrieron que conquistar los límites del mundo exterior genera apenas una satisfacción pasajera, y sospechan que hay algo más profundo. Están aquí porque intuyen que el verdadero camino consiste en superar los límites internos y tienen razón.

En el mundo físico los límites son bastante estrictos. Sin embargo dentro del espacio marcado por los límites infranqueables del mundo físico, también podemos progresar y crecer. Los alumnos más antiguos lo habrán experimentado en carne propia. Los primeros días les costaba mantener una postura de jinete baja; sentían cansancio y dolor muscular. El mensaje del cansancio y el dolor era claro: «Llegaste a un límite». Sin embargo mantuvieron la práctica con disciplina, paciencia y concentración y gradualmente fueron superando ese límite interno y ahora su cuerpo, mente y energía se encuentran en un nivel más alto.

Sín límites

Si bien en el plano físico hay límites contundentes, en el plano mental las posibilidades de evolución del ser humano son infinitas. El poder de nuestra conciencia para comprender, aprender y evolucionar no tiene límite. Pero esa evolución no ocurre espontáneamente. Hace falta la voluntad de emprender ese camino y sostener el esfuerzo. Es decir, el «poder» de la mente es ilimitado, pero sin el «querer» nunca se manifestará.

Hace unas semanas, durante una clase hablaba sobre los métodos que podemos usar para aquietar la mente y ponerla a nuestro servicio. Al terminar una alumna dijo: «Yo no puedo hacer eso», dando a entender que muchas veces lo intentó sin éxito, Le dije que era muy importante cuidar la manera en que hablamos, especialmente cuando nos hablamos a nosotros mismos. Cuando nos decimos «no puedo» estamos cerrando toda posibilidad de cambio y evolución. Al escuchar el «no puedo» la mente automáticamente decreta la imposibilidad de avanzar por ese camino.

Al emprender este viaje de auto-conocimiento es inevitable tropezarnos con límites internos y es normal sentir frustración. Pero en estos casos lo mejor es decirnos: «Hoy llegué hasta aquí». Al decirnos esto dejamos abierta la puerta. Si practicamos bajo la guía de un maestro de manera disciplinada, paciente y concentrada es inevitable progresar. Si hoy me encontré con un límite difícil de superar, otro día lo superaré porque mi práctica no se detiene.

Abandonar el nido

Cabe preguntarse ¿por qué alguien querría cerrar la puerta de su propio progreso con un «No puedo»? Como decíamos recién, para liberar el poder infinito de la conciencia es indispensable el querer hacerlo y a veces uno no tiene suficientes ganas. ¿Y por que alguien no querría alcanzar cierta paz interior y dejar de ser rehén de la propia mente? La respuesta es más compleja. El camino espiritual es una aventura hacia lo desconocido y para emprenderlo es indispensable abandonar el nido. El nido es ese lugar famililar y conocido donde me siento seguro y acompañado de otras personas en las que encuentro consuelo y comparto vivencias ya que todos padecemos de manera similar. Para muchos ser rehén de una mente que no para de fabricar escenarios de terror es una forma de identidad. Y a veces es difícil tomar distancia de una identidad. Iniciar un camino de transformación interior implica cierta soledad porque nos aleja de las personas con las que compartíamos los mismos hábitos mentales y que nos daban una agradable sensación de pertenencia y seguridad. Estoy sufriendo pero son tantos los que sufren igual que yo que ese sufrimiento mio me convierte en alguien «normal». Y sabemos que la necesidad de ser «normal» y aceptado por los demás es muy fuerte. No todo el mundo se anima a abandonar ese puerto seguro para emprender un viaje hacia lo desconocido.

Para los que se hicieron a la mar, la buena noticia es que no están completamente solos. Pueden encontrar refugio en la guía de su maestro y en los compañeros de viaje más antiguos. La aventura vale la pena porque ese anhelo de superar todos los límites solo puede concretarse explorando el universo interior.

Gracias por escuchar.

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