Construir fuerza interior

por Daniel Fresno

Este sábado, al poco tiempo de empezar la clase de chi kung nos vimos rodeados por trabajadores que cortaban el pasto con sus bordeadoras y barrían las hojas con sus sopladoras. El ruido era intenso.

—Al hacer los ejercicios enfocaremos la atención en la respiración —dije—. El ruido imperante nos brinda una excelente oportunidad para fortalecer la atención. Cuando hacemos sentadillas fortalecemos huesos y músculos, que trabajan para levantar el peso corporal. Si agregamos una sobrecarga, por ejemplo si hacemos sentadillas sosteniendo una pesa con las manos, nuestros músculos y huesos saldrán más fortalecidos al tener que enfrentar esa resistencia adicional. Practicar en medio de este ruido es como entrenar la atención con pesas. Entonces, vamos a realizar los movimientos concentrándonos en cómo el aire entra y sale. El ruido está ahí, no lo ignoramos, pero haremos foco en la conexión del movimiento con la respiración. Ese será nuestro lugar seguro. Respirar con plena atención es regresar a casa.

Seguimos practicando y lentamente los trabajadores se fueron alejando para continuar su tarea en otros sectores del parque.

—¿Lograron anclarse en la respiracion y el movimiento sin ser arrastrados por el ruido? —pregunté y todos dijeron que sí—. Cuando logramos eso, es como ser testigos de la tormenta desde un lugar seguro, sin ser devorados por ella. Lograr este estado es muy valioso, no solo cuando hacemos chi kung; nos ayuda a enfrentar cualquier tipo de adversidad.

Cuando esta mañana salimos de casa rumbo al parque seguramente teníamos expectativas que no incluían escuchar ruido de motores a pocos centímetros de nuestras orejas. Sin embargo, llegamos al parque y había mucho ruido. Salimos de casa con la expectativa de recibir dulce de leche y en cambio recibimos limones. En resumen, las cosas no salieron como nos hubiera gustado. Esto es algo que ocurre muy seguido. ¿Qué hacer ante esa situación? Hay dos caminos posibles. o, mejor dicho, dos actitudes a tomar. Una es padecer la situación indeseada, por ejemplo, con enojo. Puedo volcar mi enojo hacia afuera y ponerme a discutir con los trabajadores. O puedo volcar mi enojo hacia adentro y dejar que estalle en mis entrañas. En cualquiera de los dos casos saldré dañado. El segundo camino consiste en ver esta situación indeseada como una oportunidad para fortalecerme y crecer. Este último fue el camino que exploramos hoy. Aprovechamos el ruido para entrenar nuestra atención. Como resultado de esta experiencia ahora tenemos mayor capacidad de concentración. Cultivamos nuestra fuerza interior.

Hace unos minutos los trabajadores estaban alrededor de nosotros y el ruido era intenso y seguimos practicando. Ahora los trabajadores están lejos, el ruido se fue con ellos y el canto de los pájaros vuelve a oirse y seguimos practicando. Esta capacidad de mantener nuestro centro, nuestra raíz, nos hace fuertes y nos permite atravesar la tormenta sin ser arrastrados por ella. Fuimos testigos de cómo el caos de ruido se gestó, nos envolvió y cómo se fue disolviendo. Y si observamos con atención veremos que lo mismo ocurre con casi todo. Las cosas lindas y las feas, todas nacen, se desarrollan hasta alcanzar un punto de máxima expresión y luego comienzan a decaer hasta extinguirse. Comprender esto es muy valioso porque la tendencia natural cuando estamos en medio de la tormenta es creer que esta es la peor de todas y que va a durar para siempre. Cuando vemos las cosas así somos presa fácil de emociones aflictivas, es decir, somos arrastrados por la tormenta.

En estos días nuestro país y el mundo están atravesando una fuerte tormenta. Muchas personas creen que nunca se estuvo peor, que «esto no da para más», que «tocamos fondo». Cuando perdemos nuestra raíz y la tormenta nos devora sentimos eso, que nunca estuvimos peor. Los viejos atravesamos en el pasado crisis similares o peores y cuando nos encontrábamos en medio de ellas experimentamos gran incertidumbre. Sobrevivimos y aquí estamos, atravesando otra. No nos gustan las crisis, pero sabemos que esta no es la primera, sabemos que no será la última y sabemos que no va a durar para siempre. Comprender esto nos permite mantener la serenidad indispensable para tomar decisiones sabias. Cuando las emociones aflictivas nos manejan tomamos malas decisiones y es ahí cuando, como individuos y como sociedad, sembramos las semillas de la próxima crisis. Por eso nuestra práctica es tan valiosa, porque nos permite construir fuerza interior para no ser devorados por la tormenta y para transformarla en una valiosa oportunidad de aprendizaje..

Gracias por escuchar.

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