Honrar la vida que tomamos

por Daniel Fresno

—Hoy vamos a empezar una serie de charlas sobre los Seis Remedios Milagrosos —dije durante la clase de taichi chuan—. La de este domingo es sobre la alimentación del cuerpo. ¿Qué hacemos al alimentarnos? Obtenemos nutrientes y energía del mundo que nos rodea. Es un acto fundamental para la vida. Necesitamos energía para mantener la temperatura corporal, para trabajar y para todas las funciones metabólicas. Necesitamos nutrientes para que el sistema siga funcionando, reparar tejidos dañados y renovar las celulas que mueren.

Nuestro primer acto de alimentación ocurrió cuando el espermatozoide fecundó al óvulo. Este último tenía una reserva de glucosa que nos permitió sobrevivir durante el viaje hacia el útero. Cuando logramos anidar en el endometrio empezamos a recibir alimento de nuestra madre. Luego del parto tomamos la leche materna que es rica en azúcares complejos y grasas. Esto marcará a fuego el paladar humano y explica por qué nos gustan tanto las cosas dulces y grasosas.

Tras el destete los humanos comemos alimentos sólidos. Pero esos alimentos no nos sirven así como están en el plato. Para poder aprovechar sus nutrientes debemos reducirlos a sus componentes más básicos. Ese proceso de destrucción del alimento se llama digestión y empieza en la boca y es importante hacerlo bien, porque de lo contrario recargaremos de trabajo al estómago y demás órganos. Es fundamental masticar cada bocado entre 36 y 50 veces, según su tamaño, permitiendo que se mezcle con la saliva, que contiene las valiosas enzimas digestivas. Masticar de manera conciente la comida no solo nos asegura una buena digestión, también hace que la experiencia sea más placentera.

Es importante que nos sentemos a comer y que durante ese tiempo no hagamos otras cosas. Ni leer, ni ver televisión, ni hablar. A veces los compromisos familiares o sociales exigen dialogar con los demás mientras estamos a la mesa. En ese caso conviene ingerir bocados pequeños, masticar concientemente y no hacer otra cosa hasta haber tragado. Cuando sea el momento de hablar, hablamos concientemente y no hacemos otra cosa. Es decir, si estoy masticando, solo mastico; si estoy hablando, solo hablo. Una cosa a la vez. Al ser concientes de lo que estamos comiendo el alimento nos dará energía, de lo contrario, nos la quitará.

Gratitud

Al alimentarnos estamos tomando vida del mundo que nos rodea para nutrir y sostener nuestra propia vida. En el caso de los que comen animales, esto es bien claro. Es necesario matar al animal antes de comerlo. Pero los vegetarianos también estamos tomando la vida de las plantas que comemos. Los vegetales, frutas y semillas que comemos están vivos y para poder aprovechar sus nutrientes es necesario deshacerlos hasta convertirlos en moléculas. La ciencia descubrió que las formas de vida vegetal tejen complejas redes de comunicación con sus pares y desarrollan mecanismos de defensa ante la amenaza de depredadores y realizan acciones para preservar su vida.

Es cierto que el sistema nervioso de los animales es más complejo y desarrollado que el de los vegetales y que no es lo mismo matar un cerdo que cosechar un tomate. Es cierto que arrancar un fruto o cortar una rama a veces ayuda al proceso vital de la planta y permite que luego crezcan nuevas ramas y frutos. Pero también es cierto que la manzana que me voy a comer está viva y si le preguntaran si desea seguir en el árbol o ser arrancada y devorada por un extraño ¿qué creen que respondería?.

No digo esto para que sientan culpa al comer. Es necesario y es justo alimentarse para sostener la propia vida. Pero es importante tomar conciencia de la magnitud de este proceso y honrar esa vida que estamos tomando. Así comeremos de manera responsable, consumiendo solo lo necesario y agradeciendo el alimento recibido. Dar gracias por el alimento no es una cuestión religiosa, es una cuestión de respeto. Lo que comemos es resultado de una compleja trama de causas y condiciones favorables que no siempre existieron y que no van a existir para siempre.

Hasta la llegada de la pandemia las principales causas de muerte a nivel mundial eran las enfermedades no transmisibles, entre ellas las enfermedades cardiovasculares, diabetes y obesidad. Todas estas enfermedades entran por la boca. El alimento es como el mar: puede ser disfrutable y nutritivo o puede ser fuente de sufrimiento y muerte. Así como la sabiduría popular aconseja tenerle respeto al mar, también es bueno respetar el alimento.

Si hoy tengo comida en el plato no es únicamente por mérito propio. Esa comida es resultado de una amplia red de procesos naturales y sociales que debemos valorar. El alimento es resultado del equilibrio dinámico entre el sol, la luna y el ecosistema terrestre; agradezcamos ese equilibrio. Es resultado de la infatigable labor del mundo vegetal y de infinidad de microrganismos, insectos y animales; agradezcamos esa labor. Es resultado del esfuerzo de los seres humanos que cultivaron y cosecharon la tierra y transportaron sus frutos hasta los comercios que hay cerca de mi casa; agradezcamos ese esfuerzo. Es resultado de las manos que cocinaron para mí; agradezcamos a esas manos.

Los invito a que, sentados a la mesa y frente al plato de comida, junten ambas palmas y agradezcan el alimento que van a tomar y el trabajo de la Naturaleza y el trabajo humano que lo hizo posible. No hace falta decir oraciones complicadas en voz alta, pueden hacerlo en silencio, lo importante es sentir auténtica y sincera gratitud.

Gracias por escuchar.

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